Sonríe,
no vayan a espantarse
los inversores extranjeros.
sábado, 30 de noviembre de 2013
sábado, 2 de noviembre de 2013
Döner Kebab
Ha sido un día
duro.
Faltó su hermano,
por la gripe,
y hemos tenido que
hacernos cargo
los dos de todo el
trabajo.
Muchos clientes esta
tarde,
pues es sábado,
demasiadas prisas, y
malas caras a veces;
son exigentes los
españoles,
y los nuestros no
han sido hoy
especialmente
amables.
Hubo un momento,
incluso, en que
la tensión
nos hizo estar a
punto
de perder los
papeles.
Por eso ha sido tan
intenso el amor
esta noche
en la oscuridad,
y se agradecen tanto
el roce
de la piel amada,
el silencio
compartido,
el último
cigarrillo a medias.
domingo, 13 de octubre de 2013
Otoños y sindicatos
Con la nueva entrada en escena de las masas en los años 70,
propiciada por la reconstrucción lenta y laboriosa en la
clandestinidad del movimiento obrero, y el agotamiento del modelo
dictatorial, las élites políticas y económicas del Régimen
buscaron nuevos medios para mantener sus privilegios y frenar las
peticiones populares, ante el evidente riesgo de desbordamiento. Así,
con la mano derecha impulsaron de nuevo el terrorismo de Estado para
someter y atemorizar a la población que llenaba las calles de
protestas, y con la mano izquierda cooptaba a los máximos dirigentes
de los partidos de la izquierda tradicional. El resultado de todo
esto fue un pacto de caballeros en el que se intentó quitar la voz y
la decisión al pueblo todo lo que se pudo. Más que una ruptura con
el antiguo orden, lo que ocurrió fue una continuación (la
“Transición”) en la que se incorporó a las viejas élites la
cúpula de la izquierda mayoritaria tradicional. Y a pesar de que se
consiguieron conquistas sociales y laborales importantes, el
resultado fue que, al incorporarse a un régimen corrupto, las
izquierdas institucionales acabaron corrompiéndose ellas mismas.
Éste es el caso de las dos grandes centrales sindicales de este
país, UGT y CCOO. Cooptadas primero sus cúpulas en los años de la
Transición, abandonaron todo intento transformador de la sociedad, y
se centraron en reivindicaciones que no fueran más allá del
estrecho marco del nuevo régimen, donde, eso sí, al principio se
consiguieron grandes conquistas. Con el paso del tiempo, las dos
centrales acentuaron su matiz institucional, y las viejas cúpulas
han ido siendo sustituidas por nuevos burócratas cada vez más
insertos dentro del aparato del Estado, hasta tal punto que, como por
desgracia podemos constatar, son hoy en día sus más firmes
defensores, y parecen dispuestos a acompañarle hasta el fondo en su
hundimiento, aun a riesgo de destruir las organizaciones que les dan de comer, y que con tanta sangre, sudor y lágrimas fueron levantadas por otros.
Como vamos viendo en el nauseabundo “caso de los EREs” en
Andalucía, los sobornos fueron el peaje a pagar durante muchos años
a una burocracia sindical carente de escrúpulos a cambio de su
inacción frente a la pérdida brutal de derechos que estaban
sufriendo los trabajadores a los cuales deberían representar y
defender. Pero no han sido el único. De dicho peaje ha formado parte
también gran parte de la financiación que, por parte del Estado,
han recibido los sindicatos, en forma de subvenciones, cursos de
formación, y un largo etcétera. Y lo más triste de todo es que
ahora que la oligarquía económica, en su salvaje ataque al
movimiento obrero, pretende llevarse por delante incluso a los que
hasta ahora les habían resultado fieles en su tarea de contención,
la respuesta de éstos es de desbandada general, desconcierto y más
mansedumbre, ante la indignación y el rechazo crecientes de cada vez
más capas de la población, en especial la más combativa, mucha de
la cual formaba parte de los propios sindicatos y los han ido
abandonando progresivamente, dejándolos así cada vez más en manos
de los burócratas y debilitando la resistencia interna.
Sin embargo, es urgente la tarea de reconquista de los sindicatos.
Sin ellos, las clases trabajadoras y populares se han quedado sin su
instrumento de lucha fundamental. Para ello es primordial exigir su total independencia con respecto al aparato del Estado, incluida la económica, pero también política e ideológica (hay que combatir el odioso "diálogo social" que, en la práctica no ha supuesto otra cosa que pérdida de derechos). Y hay que enfrentar a esa casta burocrática que ha florecido dentro de las centrales sindicales como hongos, y cuyos intereses no han sido otros que vivir de ellas y enchufar a familiares y amigos.
Hasta ahora, los otros
experimentos, desde el 15-M hasta las diversas mareas, a pesar de sus
innegables logros, su valentía y su capacidad de auto-organización,
han sido incapaces de establecer esa unidad estatal de las luchas que
los sindicatos, cuando se lo han propuesto, han conseguido. Lo triste
es que cada vez se lo proponen menos. Y mientras tanto, aquí
seguiremos, preparando el otoño caliente que no llega, o la
primavera, o lo que sea, pero caliente, porque en este país de los
mil demonios cada vez hace más frío.
lunes, 9 de septiembre de 2013
Empacho olímpico
Produce sonrojo que haya tenido que ser una institución tan opaca y
corrupta como el Comité Olímpico Internacional la responsable de
poner un poco de cordura en el inmenso desatino que suponía el hecho
de que una ciudad cuya deuda asciende a 7000 millones de euros,
capital de un país hundido en una gravísima crisis económica e
institucional, ahogado por la corrupción y sumido en un duro proceso
de descomposición social y territorial, se prestase a organizar unos
juegos olímpicos. Esa cordura que no han tenido ni el Partido
Socialista ni las cúpulas sindicales, pata izquierda de un régimen
que, en su particular huida hacia adelante, hacia ningún sitio, no
tiene otra que agarrarse a todo tipo de burbujas, inmobiliarias,
especulativas o propagandísticas de última hora para mantenerse en
pie aunque sea cojeando.
Que los grandes acontecimientos deportivos han servido en la mayoría
de los casos como inmensos espectáculos de propaganda de los
gobiernos que los han organizado es algo tan palmario y evidente que
no haría falta ni mencionarlo si no fuera porque, en el caso de la
candidatura de Madrid 2020, dicha evidencia ha alcanzado el cénit de
lo grotesco. La banda de gángsters que nos gobiernan se han agarrado
a ella como a un clavo ardiendo, no sólo por los beneficios
económicos que reportarían a sus amiguetes, sino sobre todo porque
necesitan urgentemente una burbuja con la que tener entretenida a la
prole mientras se destruyen sus derechos y sus condiciones de vida.
Los regímenes autoritarios, y el nuestro lo es cada vez más,
tienden a tirar, cuando carecen de legitimidad democrática, del
gregarismo más embrutecedor y elemental para someter a sus
poblaciones. El uso y abuso del deporte como espectáculo de masas es
uno de los más claros ejemplos de ello. Durante unos días,
políticos, empresarios y medios de comunicación, en perfecta
sintonía, han pretendido hacernos vivir en una burbuja que,
suponían, les iba a durar al menos siete años. Y no es sólo que,
muy probablemente, ellos mismos estaban convencidos de que la jugada
les saldría bien, sino que tenían comprometida en ella toda su
credibilidad política y social, dado que dicha credibilidad no la
pueden obtener por otros medios.
Decía Jean-Paul Sartre que la imagen que uno tiene de sí mismo se
forma a través de los demás. Por eso, durante las últimas semanas,
la euforia olímpica potenciada por el Poder se ha basado en una
suerte de autarquía mediática, muy al gusto de nuestra derecha, por
cierto, que ha intentado, de forma pueblerina, hacernos creer que
éramos los mejores lanzando mensajes intencionadamente falsos, y
creando falsas expectativas que sin duda no se correspondían con la
realidad. Pero el problema del solipsismo es que los demás existen.
Y una vez que nos hemos tenido que enfrentar a ellos, han puesto las
cosas en su sitio. Frente a la imagen deformada de
un todos unidos podemos
y de un país que con la mera ilusión iba a salir mañana
mismo de la crisis, el COI nos ha puesto de forma brusca frente al
espejo, y donde nos veíamos tan guapos aparece ahora el verdadero
rostro de nuestro país: una candidatura alentada por las
sanguijuelas que nos desangran día a día y presentada por una
comitiva hinchadísima formada por enchufados, corruptos, gañanes,
aristócratas y deportistas apesebrados, a la que, salvo los escasos
entusiastas reunidos borreguilmente en la Puerta de Alcalá, la
mayoría de la población ha respondido con desapego, indiferencia o
rechazo. Una vez rota la burbuja, descubrimos cómo nos ven los
demás: como un país ridículo incapaz de aprender de sus errores,
cuya clase gobernante, podrida, reparte cada vez menos pan y peor
circo entre una ciudadanía cada vez más desgastada que, ante la
falta de expectativas de cambio, opta cada vez más por el cinismo o
la huida en desbandada.
“España debe invertir sus recursos en materias más importantes
que unos juegos olímpicos”. Lo dijo un miembro del COI. Manda
narices.
viernes, 26 de julio de 2013
La casta periodística
Que la prensa no es ese cuarto
poder que defiende la mitología liberal, cuya tarea sería hacer
efectiva la libertad de expresión, y a través de ella, la búsqueda
de verdades molestas a los otros tres poderes, es algo tan obvio y
evidente hoy en día que casi no habría que darle más vueltas al
asunto, ni dedicarle ni una sola línea más, dados, por ejemplo, los
excelentes trabajos de Pascual Serrano o el documental “Cuartopoder”. Tal vez la polémica podría estribar en si, en su
conjunto, lo ha sido alguna vez. El autor de este blog, desde luego,
tiene sus reservas.
Resulta difícil calificar esta época, pero lo que está claro es
que a nadie con un mínimo de honestidad y, sobre todo, de cierta
perspicacia epistemológica, se le ocurriría emplear términos como
“progreso” o “ascenso” para definirla. Es, sin duda, un
tiempo sombrío, que autores a los que el que escribe estas líneas
admira, como Samir Amin o Xabier Arrizabalo, han definido como
“capitalismo senil”, o “capitalismo en su fase descendente”.
Sin embargo, si algo podemos agradecer a estos tiempos es que, en su
decadencia, se estén llevando por delante ciertos dogmas del
liberalismo que durante mucho tiempo se nos han presentado por el
Poder (con mayúsculas esta vez) como verdades irrefutables, y que
ahora se baten en retirada.
Como recuerdo decir a Julio Anguita en una conferencia de hace ya al
menos diez años, no existe la separación de poderes, sino que todos
ellos, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, obedecen al
unísono a un único poder, que no es otro que el de la oligarquía
económica (lo que la izquierda ha conocido siempre como
“burguesía”). Se tratarían, por tanto, de los diversos
tentáculos de un mismo pulpo. En lo que se refiere a los medios de
comunicación, se podrían considerar el tentáculo propagandístico,
y su función no sería ya la de desvelar ante la opinión pública
los tejemanejes del poder político, sino la mera reproducción
ideológica del sistema.
Tiene tan clara la oligarquía el papel de sus medios, que ni
siquiera los maneja como empresas cualquiera, en virtud de sus
beneficios económicos, sino que los mantiene a pesar de que resulten
tremendamente deficitarios. Y, como ocurre con los políticos,
alrededor de ellos se ha creado una casta,
cuya función principal ha consistido, desde la Transición hasta
nuestros días, en sacralizar al régimen, haciéndonos creer que
cualquier alternativa a él era, o bien imposible, o bien indeseable.
La irrupción de internet en
nuestras vidas abrió una quiebra en ese discurso monocorde. Desde
hace algo más de una década, uno puede asomarse a la red y no sólo
obtener informaciones y voces que hasta ahora los medios nos
hurtaban, sino que además puede volcar la suya propia. Sin embargo,
no conviene engañarse: por un lado, esa grieta que se ha abierto,
aunque importantísima, todavía es pequeña en comparación con el
muro aún inmenso de los mass media. Por
otro, la crisis de los medios tradicionales no se debe a la irrupción
de internet, o al menos no solamente, sino que coincide con la grave
crisis de legitimidad en que se encuentra el sistema económico y
político que ellos ayudaban a sustentar. Toda propaganda tiene sus
límites: en el caso de los medios de comunicación, la evidencia
ante los ojos de la mayoría de la población de que no buscan
informar, sino que obedecen a unos intereses que son, cada vez más,
hostiles a los de esa misma mayoría. Ocurre entonces una paradoja:
cuanto más necesitan la oligarquía económica y la “casta
política” dependiente de ella echar mano de sus medios afines ante
la falta de credibilidad democrática de sus políticas y sus abusos,
más grotescos se presentan éstos ante los ojos de una población
descreída a la que pretenden, de una forma cada vez más
transparente, tomar el pelo, y sin embargo, no pueden dejar de
cumplir con su función, pues la propaganda, unida a la represión,
son lo único que le queda para sostenerse en el poder a una clase
dominante incapaz ya de satisfacer las necesidades siquiera básicas
de capas cada vez mayores de la población.
Es en este momento de quiebra cuando
están apareciendo nuevos medios y nuevos periodistas que, ellos sí,
buscan desenmascarar los vericuetos del poder desde una perspectiva
independiente, cuando no abiertamente militante del lado de los que
hasta ahora no teníamos voz. De todos ellos, el autor de este blog se queda sin duda
con el joven profesor Pablo Iglesias, no sólo porque en sus
tertulias introduzca un nivel de calidad que contrasta sobremanera
con la pobreza general, sino además por la forma en que se ha colado
en los debates mainstream.
Hay quienes le critican por ello: es obvio que los medios de
comunicación le utilizan, por un lado, como vedette
mediática, y por otro les sirve
para darse un lavado de cara de pluralidad ideológica. Dudo mucho
que nuestro hombre no sea plenamente consciente de tales hechos. Por
otro lado, su propia presencia es síntoma evidente de que tal
pluralidad ideológica pasa ya necesariamente por incluir a gentes
que plantean una ruptura clara con un régimen ya agotado.
Por parte de quien escribe estas
líneas, decir que no puede evitar sentir una profunda satisfacción
cada vez que ve a Pablo Iglesias repartiendo mandobles teóricos a
cada uno de los miembros carcomidos de esa casta
periodística que ante sus
argumentos no son capaces de enfrentar más que gruñidos, mentiras
evidentes y malas maneras. Hasta tal punto han sido tratados durante
las tres últimas décadas como una casta aparte que en el momento en
que se les opone alguien que no comparte sus modos ni sus intereses y
les obliga a esforzarse se muestran, en toda su absoluta mediocridad
dialéctica y analítica, como lo que siempre han sido: tigres de
papel.
Cuenta Eduardo Galeano en el tercer
volumen de su epopeya Memoria del fuego -El siglo del
viento-, que a Eva Perón “no
es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el
pueblo humillado sino vengado con sus atavíos de reina”. Pues
igual nos sentimos muchos. No es que le perdonemos a Pablo Iglesias
su arrogancia, su egocentrismo y su chulería contra los Marhuenda,
Inda, Rojo y compañía, es que se los celebramos. Son nuestra
pequeña venganza. La otra, la grande, contra sus jefes, ya llegará.
martes, 16 de julio de 2013
Inventario del régimen
Los llamados papeles de Bárcenas
no son otra cosa que el inventario de lo que ha ocurrido en nuestro
país desde el advenimiento de la democracia. Dan al traste de golpe
con la teoría de las manzanas podridas y muestran no sólo que la
corrupción política y económica ha sido generalizada en la piel de
toro, sino que todo el modelo en el que se basó la forma de gobierno
salida de la Transición se ha aposentado sobre esas bases podridas
que ahora se desmoronan.
Esos papeles son el inventario de la
relación orgánica que la oligarquía económica guarda con el que
es, por naturaleza, su partido
político. Y son, también, el inventario de la ideología de la
derecha, como muy bien la resumió una vez el inefable y bronceado
Eduardo Zaplana: estamos en esto para forrarnos.
Todas esas cuentas parten de una
premisa fundamental: ya que los políticos, en las sociedades
capitalistas avanzadas, no son más que meros representantes del
poder económico, merecerían al menos una compensación por cargar
con todas las culpas y la ira de la opinión pública, dada su
desagradable función de cortafuegos entre dicha opinión pública,
alentada en su tarea de distracción por los medios de comunicación,
y el poder real. Los sobresueldos no son más que esa compensación.
Bárcenas es al PP lo que Urdangarín
a la corona: la prueba viva de que su corrupción no ha sido algo
accesorio, sino su característica esencial. Si su reacción no ha
sido pareja es porque, muy probablemente, el yernísimo aún espera
que su familia política, y todo el andamiaje que los sostiene, le
libre de la cárcel, mientras que el ex-tesorero, una vez ha
comprobado que los suyos han decidido sacrificarle en aras del bien
superior del partido, ha decidido aplicar la política de tierra
quemada, alentado sin duda por oscuros personajes cuyos intereses
sorprenden por su cortoplacismo y su falta de perspectivas.
Porque no se entiende muy bien en
qué beneficia a Esperanza Aguirre, por ejemplo, ni a Pedro J.
Ramírez, la voladura de su partido político. Es más que evidente
el ansia de poder de la lideresa,
pero resulta muy poco factible imaginarla como posible presidenta del
gobierno. Tiene demasiada porquería escondida debajo de la alfombra
como para suponer que, más temprano que tarde, no vaya a salpicarle
a ella una vez se ha desatado el ventilador. Lo mismo pasa con el
periodista, cuyo imperio se encuentra en grave crisis. Ya no son los
90, por más que intente de nuevo presentarse a sí mismo como el
gran investigador de las cloacas del Estado sin otro interés que la
verdad. Eso ya no cuela. Sin embargo, con semejantes personajes
presentándose a sí mismos como adalides de la justicia, no puede
dejar de haber algo que huela a chamusquina.
Mientras tanto, el gobierno pretende
sostenerse en su monolitismo, parapetado tras el ABC, Intereconomía
y La Razón, que, ellos sí, son plenamente conscientes de que la
ruptura de su partido dejaría un gravísimo vacío, no sólo en la
derecha, sino en el régimen en general. De ahí su defensa
numantina, que alcanza lo grotesco, de su líder político. Sin
embargo, ese monolitismo del que presumen Rajoy y los suyos no hace
más que agravar la erosión a ojos de los ciudadanos de todas las
instituciones surgidas tras el franquismo, y precipitan su
descomposición. Me van a perdonar las metáforas, pero es que este
país apesta a cadáver, a basura de hace un mes, a rata muerta, y
esto no se va ni con desodorante.
Es una situación paradójica la que
padecemos, pues, si es cierto, como sugiere El Diario, que Rajoy
hubiera incurrido en delitos que podrían llevarle a la cárcel, más
cerrado será su afán por mantenerse en el cargo con tal de
evitarla, y más dañada quedará su legitimidad, con lo cual, por
otro lado, más molesto les resultará en la presidencia a la Unión
Europea y a Washington, pues mayor será su dificultad para aplicar
las medidas de la troika, ya de por sí impopulares. Es por eso que
el caso Bárcenas ha desbaratado de repente el plan auspiciado por
las instituciones del capital financiero internacional, y que ya se
aplica en otros países, como Grecia o Italia: la creación de un
gobierno de salvación nacional
en el que colaboren mano a mano la derecha y los socialdemócratas.
De hecho, el PSOE y las cúpulas de los sindicatos ya habían dado
pasos para la formación, aunque fuera de tapadillo, de dicho
gobierno. El acuerdo entre Rubalcaba y Rajoy para la cumbre europea
de junio fue el último episodio de ese proceso. El estallido del
caso ha provocado la sorpresa del líder del PSOE, que se ha visto
obligado a romper lazos con el gobierno. Que no exija la convocatoria
de elecciones anticipadas, sino el mero reemplazo de Rajoy, es
síntoma evidente de que las decisiones del partido socialista no se
toman en Ferraz, sino en Bruselas. Sencillamente buscan otro
interlocutor con el cual negociar, una vez incapacitado completamente
el actual presidente, y así poder llevar a cabo con una cierta
legitimidad institucional -escasa, por otro lado- los planes de la
troika, como ocurre en Atenas o en Roma.
Es bochornoso, una vez más en la
historia de este país, el papel de la “izquierda”, de aquéllos
que se suponen representantes de los trabajadores. Tanto el PSOE
como los líderes sindicales no cumplen más que el papel de meros
espectadores en este drama en el cual el pueblo, descabezado, se
choca una y otra vez contra un muro en su lucha desesperada, mientras
que ellos nos observan impasibles desde la grada. En cuanto a IU, se
echa de menos un discurso mucho más coherente, a la altura de los
tiempos, y sobre todo una praxis acorde. No basta el mero cálculo
electoral, con la que está cayendo. No basta con la convocatoria de
elecciones; hay que ir más allá: hay que exigir la apertura de un
proceso constituyente que acabe de una vez por todas con este régimen
que nos conduce al desastre. Hay que ir en serio a por la república.
No es suficiente con ondear las banderas tricolor en las
manifestaciones: hay que romper con todas las instituciones que nos
atenazan, dentro y fuera de nuestro país. Ya está bien de
prorrogarlo. El momento es ahora.
O no será nunca.
viernes, 12 de julio de 2013
Sasemil
Adoro echarte de menos,
aunque, en tu ausencia,
abandone mi mente su cordura
y se adentre en oscuros bosques
donde abundan los trasgos,
aúllan hambrientos los lobos
y tras cada árbol yace un sepulcro
sin nombre,
pues es como volver a Ítaca tu cuerpo
al reencuentro,
un nuevo hogar, renacer incesante,
playa de fina arena que purifican
las olas, en su retirada,
horizonte eterno, ciega esperanza.
martes, 9 de julio de 2013
Es un golpe de Estado
Que el gobierno de los Estados Unidos y sus peleles europeos se
resistan, por la cuenta que les trae, a llamarlo por su nombre, no
quita que lo que haya ocurrido en Egipto sea eso mismo que no se
atreven a nombrar: un golpe de Estado como la copa de un pino. A la
vieja usanza, al estilo de Pinochet, Videla, Suharto o el Sha de
Persia, todos ellos grandes aliados de los americanos. Todos ellos
grandes asesinos.
Sólo hace dos años que tuvo lugar el levantamiento popular que
derrocó a Hosni Mubarak, y las cosas parecen haber vuelto
dramáticamente a su punto de partida. Tras el breve y desastroso
ínterin de los Hermanos Musulmanes en el gobierno, con su sharia
y su sumisión al FMI, los militares retornan al poder. Lo que
no se atreven a decir los líderes políticos, lo hacen sus voceros
de la prensa: el viernes pasado el Wall Street Journal
defendía un Pinochet para Egipto. Los intereses económicos son lo
primero. Que para mantenerlos tenga que haber un baño de sangre es
algo completamente accesorio. ¿O acaso no ha sido así decenas de
veces antes? La culpa la tienen los pueblos, que no saben lo que
votan. Es preciso corregirlos.
No son otra cosa los asesinatos en masa, las cárceles clandestinas y
los campos de concentración en estadios: medidas correctoras.
La “comunidad internacional”,
que contempla con silencio cómplice la suspensión de la
Constitución, el desmantelamiento del parlamento, el arresto del
presidente salido de las urnas y la matanza de sus seguidores por
parte de los militares, admite que se convoquen nuevas elecciones
dentro de seis meses, a ver si para entonces el pueblo ya ha
aprendido la lección y vota lo que debe.
domingo, 7 de julio de 2013
Variación de Monterroso
Cuando apartó la mirada de su smartphone, la realidad seguía ahí.
viernes, 5 de julio de 2013
La “comunidad internacional”
La historia es la siguiente: el gobierno de Estados Unidos teje la
mayor red de espionaje que jamás haya conocido la Humanidad, a uno
de sus empleados subcontratados no le aguanta más la conciencia y
decide largarlo todo, y ante la amenaza por parte de su presidente de
ser acusado él mismo de espionaje (el mundo al revés), se refugia
primero en Hong Kong, y desde allí consigue escapar a Moscú, desde
donde solicita asilo político a quien quiera ofrecérselo. Entre
medias, la organización Wikileaks, un grupo de contraespías
románticos cuyo cometido es vigilar al vigilante, le da el amparo y
los medios para escapar de los hombres de negro. Y mientras tanto,
nuestro pequeño gran héroe, una suerte de moderno Prometeo que se
enfrentó a los dioses para desvelar sus secretos a los hombres,
continúa en paradero desconocido, quién sabe si aún encerrado en
el aeropuerto de Moscú, como penitencia por haber mordido la mano
invisible y poderosa que le daba de comer.
En medio de esta jauría desatada para dar caza al hombre, ocurre un
gravísimo incidente que, al autor de este blog, permite continuar
con su particular batalla semántica. El presidente de Bolivia, Evo
Morales, regresa de Moscú en su avión oficial y, ante el temor de
que ocultase en él al prófugo Edward Snowden, es obligado a
aterrizar de emergencia en Viena, y su avión es profanado por la
policía austríaca.
De pronto Barack Obama descuelga el teléfono y cuatro países cada
vez más insignificantes (una antigua potencia venida a menos y tres naciones en vías de
subdesarrollo) obedecen sus órdenes de negar a un
presidente democráticamente elegido sobrevolar su espacio aéreo sin
rechistar, provocando entre medias un grave incidente diplomático
(del que el propio causante, por cierto, sale de rositas) y
haciéndonos ver de rebote, una vez más, que la “comunidad
internacional”, término con el que la prensa palaciega se llena la
boca, era en realidad eso, y que el concepto “soberanía nacional”
era eso también.
Dos gobiernos de derecha pura y dura, acosados por sus propios
pueblos por sus políticas a favor de la oligarquía económica y
totalmente deslegitimados a ojos de sus ciudadanos, uno que acaba de
nacer como resultado de una alianza en apariencia antinatural,
resultado asimismo de un gigantesco caos institucional, y otro más,
dirigido por un tipo cuya popularidad va en picado, y que se parece
demasiado a Zapatero, sólo que con más cara de gilipollas, lo cual
ya es decir, niegan su espacio aéreo a un presidente de cuyo apoyo
popular no gozarían los anteriores ni en el más húmedo de sus
sueños, no por nada en concreto, sino sencillamente porque se lo
mandan.
Allá donde nuestros periodistas hablan pomposamente de “comunidad
internacional”, en la tozudez de los hechos no hay otra cosa que
los intereses depredadores de la plutocracia estadounidense,
sostenidos por el “complejo militar-industrial” y el gobierno de
su país, y obedecidos sin rechistar por un conjunto de gobiernos
que, al ponerse al amparo del amigo americano, esperan que sus
oligarquías locales puedan sacar algo de tajada, y cuya legitimidad
democrática está cada vez más en entredicho. Y sin embargo, en
este nido de víboras que es la “comunidad internacional”, nadie
se casa con nadie, y menos aún el primus inter pares,
que dedica ingentes recursos a espiar a sus subordinados, pues no
termina de fiarse de ellos, aunque éstos no paren de rendirle
pleitesía, para bochorno de sus ciudadanos y sorna del resto de
países, aquéllos que, orgullosamente, se resisten a formar parte de
esa “comunidad internacional” que cada vez se parece más a una
película de Coppola o de Martin Scorsese. A cuál, decídanlo
ustedes mismos.
domingo, 30 de junio de 2013
La batalla semántica II
Según la R.A.E., emprender es “acometer
y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si
encierran dificultad o peligro”.
Sin embargo, en la mitología liberal imperante, el término
“emprendedor” viene a sustituir, o a blanquear, al de
“empresario”, término que en una de sus acepciones de la R.A.E.
es definido como “patrono,
persona que emplea obreros”. En
manos del poder, el lenguaje no es sino otro más de sus instrumentos
de dominación, y las palabras no sirven para señalar las cosas,
sino para ocultarlas. El término “emprendedor” tiene, casi por
definición, un cariz positivo, posee incluso un componente
romántico. Se emprende un viaje, una aventura, una relación
amorosa. El concepto “empresario”, por su parte, encierra
explícitamente una relación social: él es quien se beneficia del
trabajo ajeno. En la semántica ultraliberal actual ha desaparecido
incluso el término “patrón” que, por ejemplo, los franceses
continúan empleando, y que tiene, por la fuerza de las
circunstancias, un sentido marcadamente negativo. Que los empresarios
ya no sean llamados como tales, sino como “emprendedores”,
pretende ocultar, precisamente, el hecho de que se apropien del
trabajo ajeno, es decir, lo que se pretende es ocultar el hecho de la
explotación.
En
un artículo aparecido ayer en El Diario, el periodista Daniel
Fuentes Castro informaba de que, entre los años 2008 y 2012, en
España, las sociedades no financieras incrementaron su renta
empresarial un 67%, al mismo tiempo que reducían su masa salarial un
12%. Esto es, que mientras aumentaron en 75.000 millones de euros sus
beneficios, redujeron el salario de sus empleados en 42.000 millones.
Por
otra parte, el 18 de junio pasado, el vicepresidente de la CEOE, José de la Cavada, declaró a la prensa que le parecía excesivo que se
concediesen cuatro días de permiso a los empleados por fallecimiento
de un familiar. Este señor, por cierto, había sido condenado en
2010 por trato humillante contra nueve de sus once subordinados en el
departamento de relaciones laborales de la patronal, evidenciando el
concepto de “relaciones laborales” que tienen tanto él como sus
acólitos. Cada vez que un miembro de la patronal abre la boca le
sale la alimaña que lleva dentro, y echa atrás todo el inmenso
trabajo propagandístico de periodistas, responsables de planes de
estudios, políticos y publicistas en blanquearlos tomándolos como
“emprendedores”.
Sin
embargo, los grandes empresarios (“empresaurios” en el imaginario
popular, que es tozudo), no necesitan ser innovadores, porque tienen
detrás el apoyo del aparato del Estado y de la banca, con los que
forman un todo orgánico. En el fondo, el término “emprendedor”
no va a dirigido a ellos, sino que es el fiel compañero de la
destrucción sin precedentes de los derechos que hasta ahora habían
gozado los trabajadores. Una vez despojados de estos derechos, se
incita a éstos a formar parte de un mercado cada vez más
volátil e inestable, no ya como empleados de otros, sino como “sus
propios jefes”. Esto es, que donde antes, mal que bien, había una
seguridad social, un sueldo fijo y unas vacaciones pagadas, ahora hay
un tener que hacerse cargo de todo, ya no sólo del trabajo
propiamente dicho, sino además de unas facturas, una cuota a la
seguridad social, un temor a no tener suficiente carga de trabajo, y un
no tener horario de salida si en determinados momentos esa carga
aumenta, es decir, donde antes había un trabajador con ciertos
derechos, ahora hay un autónomo (en griego, “aquél
que se vale por sí mismo”).
Y ese valerse por sí mismo lo es dentro de un mercado completamente
atomizado, donde en medio de la lucha de todos contra todos rigen la
inestabilidad y la inseguridad. Así, por ejemplo, en 2012 se crearon en este país 87.066 empresas mercantiles, un 2,7% más que el año
anterior, y se cerraron 22.568, lo que supuso un incremento del 14,7%
con respecto a 2011. Por otro lado, el capital medio suscrito por las
nuevas sociedades descendió en un 65,4%, pasando de la media de de
252.148 euros en 2011 a los 87.167 del año siguiente.
La
incitación a montar un negocio por parte de las autoridades tiene un
doble cariz. Por un lado, supone al Estado y a la oligarquía
económica dirigente prescindir de relaciones laborales “costosas”,
es decir, con derechos, y ahonda la brecha social: para los grandes
empresarios y los banqueros, el apoyo del Estado, para la gran
mayoría social, el esfuerzo sin límites y la precariedad. No deja
de resultar insolente la prédica del sacrificio y el trabajo por
parte de aquéllos que no lo han practicado nunca.
Por
otro lado, implica llevar a cabo hasta el extremo su sueño liberal, pues ese “búscate la vida” al que se incita supone la resurrección del viejo
darwinismo social, siempre latente, sin embargo, en el capitalismo como su componente
ideológico sustancial, según el cual toda la responsabilidad
habría de recaer sobre el individuo, y toda su fortuna o su fracaso serían exclusivamente culpa
suya, de su buen o mal hacer. Para el liberalismo no existen las
circunstancias, ni las estructuras sociales sobre las cuales las
vidas de las personas se asientan. Para el poder, se trata de un arma
ideológica perfecta, al desviar las responsabilidades últimas de los que toman realmente las decisiones a las víctimas de éstas.
El mensaje es muy sencillo: en medio del caos, la culpa la tienes TÚ, y nadie más que TÚ. Es por
eso que, junto a la mitología del emprendedor, se desarrolla la
pseudopsicología del “pensamiento positivo”, en cuyo idealismo
infantil pretende reducir todo problema al hecho de "ser siempre lo bastante optimista”, pero cuyo reverso macabro son las enfermedades
derivadas de la precariedad y la inestabilidad: las ansiedades y
depresiones varias, que también se han multiplicado.
Aún
así, se acusa a los españoles de ser poco emprendedores, a pesar de que, una vez más, centenares de miles emprenden el camino a una vida mejor en el extranjero, y eso es quizás porque no terminamos de pasar por el aro. Pero con sólo echar un ojo a nuestra historia podríamos demostrar fácilmente lo contrario. Considerar al país que dio al mundo a Cristóbal Colón, Hernán Cortés, o Magallanes y Elcano ("tierra de conquistadores, no nos quedan más cojones" cantaban con gran acierto los Extremoduro) como poco emprendedor sólo demuestra estrechez de miras. Sin embargo, yo me quedo con el que, pienso, es el más representativo de todos:
Lázaro de Tormes. La sociedad caníbal y despiadada que reflejan sus
páginas es el reflejo de allí donde nuestros gobernantes pretenden
llevarnos.
Pero
a pesar de todo, desde estas modestas páginas, yo incito a emprender.
A emprender la lucha contra los que quieren arruinar nuestras
condiciones de vida, a emprender la resistencia contra este modelo
económico y social que nos conduce al abismo. Los últimos años lo
han sido de derrotas y barbarie, pero también han abierto una
rendija, pequeña aún, pero a través de ella parecen brotar los
sueños. Se han emprendido proyectos estrambóticos, nuevas
editoriales, periódicos nuevos, movilizaciones extraordinarias,
asociaciones culturales, políticas y sociales, y se han tejido nuevos
lazos. Incito, por tanto, a no quedarse quieto, a no quedarse solo, a
emprender, a organizarse, a luchar.
sábado, 29 de junio de 2013
La batalla semántica
Todo proceso histórico viene acompañado de tensiones y
enfrentamientos. Por su propia naturaleza, las sociedades históricas
llevan la contradicción en su seno, y con ella, el germen de su
propia destrucción. Los múltiples combates derivados de tales
tensiones se muestran en todos los niveles de la realidad,
estableciendo relaciones
entre sí, a veces de manera confusa, otras, de forma más palmaria.
Y en ese enfrentamiento general existen siempre diversas posiciones
ideológicas que expresan intereses sociales, económicos y políticos
distintos, que a su vez conllevan concepciones diferentes del mundo y
de cómo debería organizarse la sociedad en
virtud de dichos intereses.
Por último, existe también una batalla semántica, en tanto que el
lenguaje nunca es neutral, sino que sus juegos obedecen siempre a
relaciones de fuerza, y dado también que el significado de las
palabras refleja también la concepción del mundo de aquéllos que
poseen el poder para modificarlo e imponerlo a los demás.
De esta manera, así como Louis
Althusser nos mostró que el ámbito de los filósofos dentro del
combate sería el plano teórico, el de los escritores, hoy en día
más que nunca, habrá
de ser el plano semántico.
Dicho de otra forma: el compromiso
de los escritores que entiendan su obra como una pequeña
contribución a la tarea más general de la emancipación de los
desposeídos frente a la guerra, la explotación y la barbarie, ha de
pasar, aquí y ahora, por un
desenmascaramiento del lenguaje del poder y, sobre todo, por una
recuperación de la palabra como ámbito de desvelamiento liberador.
Y una de las palabras alrededor de
las cuales, aquí y ahora, el poder oligárquico articula en nuestro
país su discurso legitimador, y sus medios de persuasión repiten ad
nauseam, es la de “emprendedor”.
La mitología liberal ha elevado la
categoría del “empresario” o el “emprendedor” (en francés,
por ejemplo, ambas palabras corresponden a una sola, entrepreneur),
al status de semidiós alrededor del cual bascula el progreso
económico. Él sería la parte activa de la economía, y el
trabajador su contrapeso pasivo. Es el caso, por ejemplo, de Joseph
Schumpeter, quien, en una suerte de darwinismo social, entendería el
carácter positivo de las crisis en tanto que servirían a la
economía para soltar lastre, dejando atrás a las empresas menos
innovadoras, y permitiendo a las más avanzadas alcanzar mayor cuota
de mercado. En esta visión idílica del libre mercado no existe
jamás mención alguna a la explotación del trabajo ajeno, ni a la
tendencia natural del capitalismo a la inestabilidad y los
oligopolios. Sorprende que, a pesar de que a la luz de los
acontecimientos históricos las tesis schumpeterianas se han
demostrado falaces, hoy en día aparecen por doquier.
Como pequeño apunte histórico,
añadir que, por ejemplo, la gran crisis económica de los años 30
no se superó gracias a los “innovadores”, sino a las grandes
posibilidades que generó la reconstrucción de Europa tras la
devastación producida por la II Guerra Mundial y a la decidida
intervención del Estado en la economía para, precisamente, poner
límites al libre mercado, lo que posibilitó en Occidente una
situación de bienestar material inédita hasta entonces, y que no se
ha vuelto a repetir.
Así, el capitalismo actual reconoce
como sus héroes a personajes como Bill Gates y Steve Jobs, si bien
el discurso liberal incide en su capacidad innovadora, que está
fuera de toda duda, pero olvida aspectos fundamentales en su acceso
hasta el Olimpo de los negocios, como son sus prácticas
monopolísticas, la externalización de sus fábricas a China, donde
sus trabajadores sufren condiciones laborales infrahumanas, y sus
relaciones orgánicas con los gobiernos y el capital financiero, sin
las cuales sus imperios no hubieran sido posibles.
Existen sectores donde la innovación
es espectacular, pero no merecen la misma atención que en el caso de
la informática, ni en el imaginario colectivo ni en la economía.
Uno sería el de las energías renovables, que en nuestro país, por
ejemplo, está sufriendo una desinversión importante. Otro, el de la
biología, cuyos avances, más silenciosos pero sin duda más
relevantes, no despiertan sin embargo el mismo interés de inversores
y especuladores, aunque sus consecuencias podrían ser infinitamente
más beneficiosas para el ser humano, en tanto que capaces de curar
infinidad de enfermedades. ¿Por qué no es así? Por una cuestión
muy evidente: el motor de la economía, dentro de un modelo
capitalista, no es la innovación, sino el beneficio, cuanto mayor y
más inmediato, mejor.
A pesar de ello, esta especie de
neoschumpeterianismo que
nos invade, y que se muestra como una verdad irrefutable, pretende
hacernos creer, de forma machacona y constante, que el motor de la
economía actual está en la innovación, cuando realmente lo que
caracteriza a nuestra época es la preeminencia brutal del capital
especulativo sobre el productivo, tendencia que provoca que la
economía capitalista acumule burbuja tras burbuja. Y mientras tanto,
por todas partes se nos incita a que “emprendamos”, a que “seamos
nuestros propios jefes”, a que “innovemos”. ¿A qué se debe
este discurso omnipresente, que cuenta ya incluso con una asignatura
en la educación obligatoria?
Intentaremos analizarlo en el
siguiente artículo.
jueves, 30 de mayo de 2013
Sonríe (rap)
“Souriez!
Vous êtes filmés!”
Cartel de los autobuses urbanos de París
anunciando la presencia de cámaras de vigilancia
Sonríe, estás
siendo filmado,
pon tu cara más
feliz,
no te hurgues en la
nariz,
que quedará
registrado.
Pon en reposo tu
mente,
siéntate
tranquilamente
y observa el lindo
paisaje,
que a quien te
perturbe el viaje
le daremos un
masaje,
le alisaremos el
traje,
le pondremos entre
rejas,
le quitaremos las
ganas
de despertar las
mañanas
pensando en asustar
viejas.
Sonríe y no pienses
si está bien o mal,
de eso ya se ocupa
la Audiencia Nacional
con su batallón de
jueces
y la prensa hace las
veces
de dictador de
moral.
Si no tienes qué
ocultar
no te debe molestar
someterte a
grabación,
estación tras
estación.
Sonríe, estás
siendo filmado
por nuestra atenta
mirada
a la que no escapa
nada,
todo queda
registrado
para ser utilizado
contra ti si no te
portas bien,
si no obedeces al
cien por cien,
si te vuelves
descarriado,
si tomas el camino
equivocado.
Sonríe, te estamos
devolviendo
al rebaño,
sin hacerte mucho
daño,
solamente el
necesario
para que guardes en
el armario
tu frustración
contenida
y le cantes a la
vida,
siéntate
tranquilamente,
como la gente
decente
y sonríe
abiertamente,
pues estás siendo
filmado.
domingo, 26 de mayo de 2013
Entrevista en RNE
El pasado 24 de mayo mi amiga y editora Susana Noeda y yo fuimos entrevistados en RNE por Pilar Tabares en su programa "La noche en vela". Yo fui a hablar de mi libro y Susana, de su editorial. Debo agradecer el trato exquisito que nos dispensaron. Quien quiera escuchar la entrevista, que pinche aquí o bien en el podcast de la barra lateral.
Una foto como recuerdo de nuestro paso por los estudios de Prado del Rey:
Una foto como recuerdo de nuestro paso por los estudios de Prado del Rey:
martes, 21 de mayo de 2013
Jinetes en la tormenta
“Like a dog without a bone
and actor out on loan,
riders on the storm”.
Hace apenas tres meses que comencé este blog que aún
está en pañales, y ya lo tengo lleno de necrológicas. Sin duda que
es para preocuparse. Sin embargo, a pesar de la LOMCE, la corrupción
del gobierno, la mediocridad endémica de los sindicatos, la ceguera
política de la izquierda institucional y las dos Españas, hoy no
podía sustraerme a una desaparición que me ha conmocionado: la de
Ray Manzarek, el que fuera teclista de los Doors, un grupo de hace
mil años que continúa sonando fresco, no se sabe si porque se
adelantaron a su tiempo o porque nuestro tiempo se está atrasando
hacia el suyo. Aunque lo más probable es que eso ocurra porque han
alcanzado la categoría elevada de clásicos, concepto con el cual
nos referimos a aquellos artistas cuyas obras, por un misterio que se
nos escapa por completo, continúan emocionando a las gentes, incluso
generaciones después, y en contextos históricos totalmente ajenos
al cual los vio nacer.
Porque poco se parece ya nuestra época a aquellos
felices 60 del pleno empleo y el Estado del Bienestar. Si entonces el
pop sonaba optimista, lo hacía de una forma sincera. Nos puede
resultar ingenua, naïf, esa música en su desenfado, a nosotros, que
ya hemos pasado por el heavy metal, el punk y el grunge del mismo
modo que nuestra sociedad se derrumba de crisis en crisis, que nos
hemos vuelto cínicos por el camino, pero no podemos negarle su
encanto, un encanto que visto con la suficiente perspectiva se torna
crepuscular y melancólico.
Los Doors, sin embargo, fueron el grano en el culo de
ese optimismo californiano que por un lado sonaba a radiofórmula
(los Monkees) y por el otro entonaba himnos mesiánicos impregnados
de esperanza milenarista (Jefferson Airplane). Mientras tanto, ellos
predicaban el apocalipsis.
Pueden determinarse tres etapas en la música de los
Doors bajo la marcada influencia de Jim Morrison: la primera,
claramente impregnada por el consumo de LSD, una segunda etapa
intermedia, sin duda la menos interesante, y una tercera marcada por
el alcohol. Corresponden a cada una de las etapas dos de los seis
discos de estudio que grabó el grupo.
Con gente como Bob Dylan, Velvet Underground o los
propios Doors el rock se hizo adulto. Las letras dejaron de
preocuparse por temáticas adolescentes explorando nuevos caminos
artísticos. En el caso de Morrison, la influencia de los poetas
malditos fue determinante. Sin embargo, debido sobre todo a lo
atractivo de su oscura personalidad, tendemos a olvidar al resto de
los Doors, e incluso a minimizarlos, sin duda injustamente. Por eso
es preciso recordar que esos paisajes recónditos, inquietantes, que
dibuja su música, fueron obra también de otros tres grandes
artistas.
No se puede olvidar la batería de John Densmore,
afilada a veces, otras brutal, sin tregua, pero siempre elegante,
como no podía ser de otra manera de alguien con formación
jazzística. Tampoco la guitarra de Robby Krieger, tan capaz de crear
escenarios áridos y desolados como alcanzar el éxtasis orgásmico,
y todo en una misma canción, o de permitirse delicatessen, o riffs
inolvidables al mejor estilo bluesero. Pero sobre todo el alma de los
Doors, tras Morrison, fue Ray Manzarek. Él fue el peso pesado
musical del grupo; al frente de su Fender Rhodes, fue el partenaire
perfecto de la voz cálida y potente del cantante. En la primera
etapa, aportó el inconfundible sonido psicodélico a la banda, y a
veces, cuando la situación lo exigía, dejaba rienda suelta a la
delicadeza -”The crystal ship” es buen ejemplo de ello.
Después, cuando el alcohol empezó a hacer mella en
Morrison y sus composiciones se volvieron más ásperas, la guitarra
de Krieger tomó protagonismo, y a menudo Manzarek cambió el viejo
órgano por el piano, o por el piano eléctrico, pero su música
siguió siendo turbadora.
Quedará para siempre grabada en nuestra memoria, como
mejor muestra de su virtuosismo, la maravillosa “Riders on the
storm”. Es una canción evocadora, susurrante como el viento contra
las hojas de los árboles, pero a la vez siniestra, inquietante, como
si ocultase algo oscuro e insondable. Fue el canto del cisne. Con
ella alcanzaron el cénit para inmediatamente después desaparecer,
como el crepúsculo de la noche. Con ella quedó atrás no sólo un
grupo fascinante, sino toda una época. Los Doors supieron ver ese
final antes que nadie; sus canciones extrañas lo anticipaban y al
final el tiempo implacable les dio la razón.
Larga vida al maestro.
domingo, 12 de mayo de 2013
La huelga general de la enseñanza ha sido un éxito
El
jueves pasado, 9 de mayo, tuvo lugar en nuestro país una nueva
jornada de huelga a nivel estatal, a la que estaban convocados todos
los sectores de la enseñanza, desde infantil a universidad.
Convocaban los sindicatos de clase, CCOO, UGT, STE y CGT, además de
la CEAPA y el Sindicato de Estudiantes. No la secundaron, como era de
esperar, los sindicatos del PP, CSIF y ANPE, cuya posición servil
ante este gobierno destructor de derechos, si bien no debería
sorprender a nadie, tampoco puede dejar de resultar repugnante. Todo
sea por salir en la foto con Cospedal, Marín y compañía, o por
obtener algún carguito o cualquier otra prebenda. En la naturaleza
de todo sindicato amarillo está obedecer al amo para que éste te
recompense luego con un hueso que roer o una caricia por el lomo.
Es
necesario recalcar, frente al búnker mediático intoxicador de la
derecha, que la huelga ha sido un éxito. Las manifestaciones de por
la tarde volvieron a ser masivas. En Madrid, donde tuvo lugar la
movilización más poblada, la marea verde volvió a teñir las
calles del color de la esperanza. Parecían completamente derrotados,
o dormidos, los docentes de esta comunidad, y sin embargo
respondieron de manera masiva a la llamada, aunque ésta
se haya realizado tarde y mal. Volveremos a ello más adelante.
No
hablaré en este artículo sobre la ley que ha motivado la huelga, la
LOMCE. Lo hacen mucho mejor, por ejemplo, los compañeros del
Colectivo Baltasar Gracián en su artículo “¿A qué viene ahora una nueva ley de reforma educativa?”,
donde analizan la naturaleza reaccionaria de dicha reforma,
como no podía ser de otra forma proviniendo
del partido que la impulsa.
La
evidencia de que este gobierno no es un gobierno soberano, sino un
mero delegado de la troika,
que nos dirige como si fuésemos (lo somos) un mero protectorado del
capital financiero alemán y estadounidense, es el hecho de que sólo
recula ante la presión popular en leyes que no emanan
directamente de Bruselas, sino que son propias de nuestra derecha
autóctona, con todo su carácter retrógrado,
como la LOMCE o la ley del aborto de Gallardón. Ambas se están
retrasando una
y otra vez
en su aplicación ante el hecho evidente de que no servirían más
que para echar más gasolina al fuego de una calle cada vez más en
llamas gracias a la presión de los diferentes movimientos sociales
en lucha, y cuyo contenido es puramente ideológico. En lo que toca a
la reforma de la ley del aborto, es claro y palmario que su único
objetivo es satisfacer a los sectores más oscuros de este país. En
cuanto a la LOMCE, en el hecho de que para destruir la educación
pública no hacía falta elaborar una nueva ley orgánica, pues hasta
ahora con la actual, aprobada por el PSOE en 2005, era más que
suficiente.
Que
el gobierno haya reculado, de momento, es una buena noticia, la
primera en mucho tiempo, y lo más parecido a una victoria que
cualquier movimiento de resistencia contra los brutales ataques a
nuestros derechos haya tenido en los últimos tiempos en
nuestro país.
Es necesario, por tanto, apoyarse en ella para continuar el combate,
porque el gobierno no se va a echar atrás por mucho tiempo y las
agresiones contra lo público van a continuar.
Los
profesores fuimos los primeros en enfrentarnos a las políticas
destructoras del Partido Popular. En cuanto salió el decreto del 4
de julio que daba un sablazo a las plantillas, y después, en
Castilla-La Mancha, tras la orden del 31 de agosto que hacía lo
propio, tuvimos la voluntad y la capacidad de organizarnos centro por
centro y combatir. La situación política, sin embargo, nos fue lo
más adversa posible. El PP triunfaba
en dos elecciones consecutivas, y la oposición política estaba muy
debilitada. Estábamos
casi solos. Ahora esa situación ha cambiado: el gobierno está
acorralado por la calle y totalmente desacreditado por sus políticas
y por la corrupción. Si algo le mantiene aún en el poder es la
falta de credibilidad de un PSOE absolutamente hundido en la miseria
moral e intelectual, y la inacción de unos sindicatos mayoritarios
cuyas cúpulas viven en la inopia.
Hay
que luchar, ahora más que nunca, y hay que buscar unificar las
luchas frente a los que nos pretenden dividir.
-
En primer lugar, los burócratas sindicales. Es increíble que no
hayan convocado una maldita movilización o una miserable huelga en
todo el año hasta que el curso está a punto de acabar y, con las
vacaciones a la vuelta de la esquina, es más difícil darle una
continuidad. Cuando hablo de los burócratas me refiero, sobre todo,
a las cúpulas de los sindicatos UGT y CCOO, no a sus afiliados (el
que escribe estas líneas lo está a Comisiones Obreras). Cuando las
movilizaciones alcanzaron su apogeo, el principal empeño de estos
burócratas fue acabar con el movimiento a fuerza de marear la perdiz
con el objetivo último de domesticarlo para así retomar el “diálogo
social” con una consejería que no hacía otra cosa que reírse de
ellos. Ahora hacen todo lo posible por no unificar todos los fuegos
que le brotan al gobierno en un solo frente haciendo el juego de la
división. Así, de pronto se sacan de la chistera para fin de curso
una estúpida huelga sólo de interinos cuyo objetivo será agotarlos
llevándolos a un callejón sin salida.
-
Por otra parte están las actitudes sectarias. El rechazo a los
burócratas sindicales es absolutamente comprensible y mayoritario
entre los docentes, pero hay que establecer una diferencia entre los
burócratas, que tienen nombre y apellido, y los afiliados, muchos de
los cuales hemos participado activa y honestamente en la red de
asambleas. Confundirlos lleva al sectarismo, a pretender hacer la
guerra por su cuenta sin contar con los demás. Así ocurrió, por
ejemplo, con la huelga indefinida convocada por la CGT de manera
suicida el 17 de septiembre del año pasado. Su fracaso era la
crónica de una muerte anunciada, porque tampoco ellos fueron capaces
de pulsar el ánimo de los docentes, principalmente porque tampoco lo
intentaron. Sencillamente dieron un salto al vacío y se estrellaron,
y con ellos el montón de docentes que secundaron su huelga de manera
honrada, pero inocente. Lo que ha seguido después ha sido una larga
hibernación de los profesores, que el pasado día 9 pareció tocó a
su fin.
Que
sea así depende de nosotros. Es necesario que volvamos a revitalizar
las asambleas de los centros, de los pueblos y de las zonas. Pero
esta vez es fundamental llamar a la democracia interna, y eso pasa
por la creación de comités mixtos formados por docentes y
sindicatos que respeten el mandato de las asambleas. Para ello la
participación tiene que ser nuevamente masiva. Es preciso recuperar
el entusiasmo. La situación nos es mucho más favorable ahora.
PS:
el gobierno griego acaba de emitir un decreto según el cual podrá enviar a la cárcel a los docentes que secunden la huelga convocada
para el próximo 17 de mayo. En Grecia se muestra de forma más clara
y más precisa que en ningún otro lugar de Europa que la imposición
de las medidas de la troika pasa necesariamente por la aplicación de
medidas dictatoriales explícitas, ante el rechazo masivo de la
población. El fascismo no son sólo las hordas salvajes de Amanecer
Dorado, sino también, y cada vez más, la solución frente a la
oposición constante de la calle más tenida en cuenta por un
gobierno de coalición en el que, además de la derecha de toda la
vida, cada vez más radicalizada, participan dos partidos
“socialdemócratas”. Tomemos nota y obremos en consecuencia o más
nos valdrá que vayamos poniendo nuestras barbas a remojar.
martes, 23 de abril de 2013
Pequeña contribución al día del libro
Epicuro de Samos
Cada vez siento más
ajenos
a los hombres, sus
disputas,
sus miedos vanos, su
sumisión
mezquina a unos
dioses que,
en su feliz
autosuficiencia,
nos ignoran. Ya he
perdido
toda esperanza de
enseñarles,
gracias a la
sabiduría,
el camino a la
felicidad.
La practicaré yo,
entonces,
alejado de los
tumultos,
contentándome con
lo justo,
un pequeño trozo de
queso,
la contemplación de
los astros,
el cultivo de la
amistad.
jueves, 18 de abril de 2013
Venezuela o Chile
“Mañana
para los jóvenes los poetas explotando como bombas,
los paseos por el lago, las semanas de perfecta comunión;
Mañana las carreras de bicicletas
por los suburbios las tardes de verano. Pero hoy la lucha.”
los paseos por el lago, las semanas de perfecta comunión;
Mañana las carreras de bicicletas
por los suburbios las tardes de verano. Pero hoy la lucha.”
W.
H. Auden, “Spain” (1937)
Nicolás
Maduro, el candidato socialista, ha ganado las elecciones
presidenciales de Venezuela. Según los numerosos observadores
internacionales desplegados en el país sudamericano, entre los que
se encontraba una delegación española formada por miembros de los
partidos PP, PSOE, IU, CiU y PNV, así como el embajador de nuestro
país en Venezuela y el ex-presidente del Congreso de los Diputados
José Bono, el resultado electoral ha sido fiable. Lo asegura
también, por ejemplo, la Fundación Jimmy Carter, que ha estado
presente en más de un proceso electoral venezolano, y siempre ha
expresado su conformidad con los cauces en que las diversas
elecciones y referendos han tenido lugar en ese país.
Cabe
decir, entonces, que desde una perspectiva procedimental, Nicolás
Maduro es legítimamente el presidente de Venezuela. Y dado que
apenas han transcurrido un par de días desde su elección, no cabe
apelar aún a ninguna otra perspectiva.
Su
victoria, sin embargo, ha sido ajustadísima: apenas trescientos mil
votos y algo más de un punto porcentual le separan del candidato
opositor, Henrique Capriles. Cabría hacer una análisis muy sosegado
de por qué, en apenas seis meses, casi dos millones de votos se han
trasvasado del socialismo a la oposición. Habría que hacer una
severísima autocrítica en total libertad, e intentar plantear
soluciones que atajen cuanto antes con los graves problemas que
azotan a Venezuela: la delincuencia, la corrupción y las inminentes
consecuencias de la crisis económica mundial, y comprender que
mientras al menos las dos primeras existan, no es concebible un
proyecto socialista creíble. Al menos mucha gente lo ha visto así.
Sería necesario intentar recuperar a esos votantes que esta vez se
han dejado encantar por los cantos de sirena de la derecha, mientras
ésta mostraba su cara más amable. Sin embargo, y por desgracia, la
serenidad del debate, absolutamente necesario, habrá de posponerse
hasta mañana, porque hoy, hoy toca la lucha.
La
oligarquía venezolana, apoyada por sus fuerzas de choque, ha
sembrado el crimen y el horror desde el mismo minuto en que se
conocieron los resultados. Ocho militantes socialistas han sido
asesinados hasta el momento, se han incendiado centros de salud,
locales del partido socialista, incluso con gente dentro, y se han
cometido decenas de sabotajes y agresiones a simpatizantes del PSUV.
La derecha venezolana ha mostrado cuál es su verdadero rostro: el
rostro del fascismo, el rostro del caos y la destrucción. Los
ataques han mostrado además el carácter profundamente clasista de
la oligarquía: han apuntado a emblemas del poder popular, a los
logros más evidentes del gobierno socialista en favor de las clases
más desfavorecidas: centros de salud donde colaboran médicos
cubanos, sedes del partido, emisoras de radio populares... y han
demostrado hasta qué punto tienen consciencia tanto unos como los
otros de que lo que se libra en Venezuela no es otra cosa que la
lucha de clases en su nivel más descarnado. En sólo dos días han
demostrado su verdadero proyecto político, más allá de los
hermosos eslóganes de la campaña electoral, y no es otro que el de
Pinochet en Chile en 1973: la aniquilación completa del movimiento
obrero y popular.
No
cabe más que pensar que, tal como advertía el propio Nicolás
Maduro días antes de las elecciones, todo forma parte de un plan
preconcebido desde tiempo atrás. No reconocer el resultado de las
elecciones no ha sido más que el primer paso. La constitución
venezolana reconoce cauces democráticos para la impugnación de los
resultados. Sin embargo, el opositor Capriles (quien, por cierto,
participó activamente en el intento de golpe de Estado de 2002
contra Chávez), no ha hecho uso de ellos hasta casi cuatro días
después y, según parece, sus supuestas pruebas no son más que agua
de borrajas. Por otro lado, se realizó una auditoría sobre el 56 %
de los votos sin que se detectase ni una sola anomalía. Tampoco los
observadores internacionales protestaron. Pero los derechistas
venezolanos no están solos en su intento de desestabilizar el país
y tomar el poder por la fuerza. Cuentan, cómo no, con la inestimable
ayuda del amigo americano, que se niega a reconocer los resultados.
Cómo no, también, con los burócratas de la Unión Europea,
empeñados en aniquilar los derechos sociales y laborales tanto
dentro de sus fronteras como fuera de ellas. Y también, cómo no,
con el apoyo de la prensa nacional y extranjera, siempre dispuesta a
tergiversar, manipular y ocultar datos, cuando no directamente a
mentir y falsear descaradamente la verdad. Desde al menos el intento
de golpe de Estado de 2002, ampliamente celebrado por nuestra prensa
patria, sabemos que ésta no es ya sólo mercenaria o servil, sino
cómplice cuando no directamente criminal. Y luego están también
los tontos útiles, entre los que destacan el Gran Wyoming y su
programa El Intermedio, cuya manipulación consiste en contar las
cosas a medias. Son esa izquierda divina que prefiere a mil Allendes
muertos antes que a un solo Maduro vivo. Cuanto más evidentes se
muestran los bloques en conflicto, más se enrocan ellos en un
equidistante término medio cada vez más inexistente, salvo en sus
ensoñaciones y sus engaños. Su referente político sigue siendo el
PSOE, fíjense. Con la que está cayendo, y con el ejemplo de los
socialdemócratas griegos o el de los venezolanos.
Pero
ya no hay término medio. La oligarquía económica va a por todas,
en Atenas, en Caracas o en Madrid. En Grecia es Syriza o el fascismo,
directamente a través de las hordas negras de Amanecer Dorado, que
no paran de ganar adeptos, o bien con el ropaje de un gobierno cada
vez más inclinado a la derecha. En Caracas, la disyuntiva es entre
Venezuela o Chile. Socialismo o barbarie. Parece ser que en los
barrios populares las autodefensas ya se han empezado a organizar.
Parecen tener fresca la memoria y aún recuerdan las jornadas de
abril de 2002. Como entonces, esperan rechazar el golpismo por medio
de una alianza entre el poder popular y los sectores leales de las
fuerzas armadas, que parecen ser mayoritarios. Esperemos que sea así.
Los
hay que aún creemos en el socialismo, no como un mero cambio en el
modelo económico, sino como un proyecto emancipador, capaz de
explotar lo mejor de cada ser humano en paz y en libertad. Confiamos
en un socialismo distinto al estalinista. En Venezuela, ese
socialismo aún está muy verde, a pesar de los años en el gobierno.
Sin embargo, sólo profundizando en el socialismo podrá derrotarse
definitivamente el fascismo en Venezuela. El aparente repliegue de
Capriles parece más bien un paso táctico; el enemigo permanece al
acecho. Ya lo saben bien los venezolanos; muchos se habrán
arrepentido y mucho de haber cambiado su voto. Como ya sabrán los
socialistas venezolanos, es necesario recuperarlos para el campo
popular, y como ya sabrán también, es necesario no ceder ni un
ápice, rechazar cualquier alianza con la oligarquía y ahondar en
las medidas socialistas. Tal vez éste sea un buen momento para hacerlo.
lunes, 15 de abril de 2013
Ding, dong, the witch is dead
La bruja ha muerto. La lloran los especuladores en la City, los
explotadores del trabajo ajeno del mundo entero, los oligarcas del
Este y los políticos liberales
de todas partes, entre ellos los nuestros, que cierran escuelas y
hospitales mientras abren casinos. La lloraría también, si no fuese
porque lleva más de seis años pudriéndose en el infierno, su gran
amigo y admirado Augusto Pinochet, ese gran liberal que introdujo el
libre mercado en su país al tiempo que introducía a sus
compatriotas en campos de concentración a lo largo de la estrecha
geografía de su país, y esparcía cadáveres de demócratas desde
la Tierra de Fuego hasta el desierto de Atacama mientras el capital
internacional se repartía las riquezas de su patria.
La bruja ha muerto. Lo han celebrado
de forma espontánea, de Glasgow a Madrid, trabajadores,
sindicalistas, estudiantes y todos aquéllos que gozan aún de buena
memoria o simplemente saben reconocer que dos más dos son igual a
cuatro, y que políticas de desregulación de los mercados más
privatizaciones son igual a crisis perpetuas y pobreza generalizada.
Otros, incluidas muchas de las víctimas de sus políticas económicas
y políticas, asisten sumisamente indiferentes al espectáculo tras
más de treinta años sufriendo sobre sus espaldas tantos recortes,
bajadas de sueldo, paro masivo y desindustrialización. Y estamos
también los escépticos, los que entendemos la alegría de las
víctimas, pero pensamos que, hoy por hoy, realmente no hay nada que
celebrar, pues aunque la bruja ha muerto, sus hechizos continúan.
“Freedom fighter” la
denominaba esta semana en su portada The Economist,
vocero de la oligarquía económica internacional. Luchadora
por la libertad. Luchadora, sin
duda, por su libertad:
la de los especuladores financieros, para poder desplazarse
libremente por todo el orbe destrozando economías de países enteros
y llevando a millones de trabajadores al paro y a la precariedad
laboral, cuando no directamente a la miseria y al desamparo más
absoluto. Otro luchador por la libertad para estos liberales de nuevo
cuño fue Pinochet, ese gran demócrata que ya he mencionado arriba,
quien se vio obligado, el pobre, a sumir a su pueblo en el terror
porque se empeñaba, como decía Nixon, en votar a quien no debía.
Perdonen que insista en el término utilizado por The
Economist, pero no me parece
baladí. Freedom fighters
era la denominación empleada en los años 80 por la administración
Reagan, alter ego de
Thatcher al otro lado del Atlántico, para referirse a los talibanes
afganos mientras los armaba hasta los dientes, así como a los
terroristas de la Contra nicaragüense, a los escuadrones de la
muerte salvadoreños y a la junta militar guatemalteca. Todos estos
campeones de los derechos humanos le hicieron un gran favor a la
causa liberal eliminando, literalmente, a la izquierda en sus
respectivos países y llevando, como todos sabemos, la paz, la
libertad y la opulencia a sus pueblos. Que se lo pregunten, por
ejemplo, a las mujeres afganas, que si no practican el top-less en su
país es porque no tiene playas.
También nadan en la riqueza, tengo
entendido, los ciudadanos de los países del Este. Por lo menos los
oligarcas mafiosos que fueron más rápidos que sus colegas del Oeste
en hacerse con los recursos de sus Estados tras las privatizaciones,
los traficantes de drogas, armas, órganos o mujeres y los cuatro o
cinco, de los millones de que han tenido que abandonar sus países
por la falta de trabajo, que hayan hecho fortuna fuera de ellos. La
gran misión histórica de la santísima trinidad liberal, Thatcher,
Reagan y Juan Pablo II, fue acabar con el comunismo. Dentro de sus
fronteras, liquidando a los sindicatos. Fuera de ellas, con el apoyo
de todas las dictaduras militares latinoamericanas sin excepción,
así como de grupos paramilitares y escuadrones de la muerte varios,
y de los talibanes afganos. Y en los países de la órbita soviética,
con el de disidentes políticos que, una vez tomaron el poder,
desguazaron sus naciones poniéndolas en venta al mejor postor. La
santísima trinidad liberal, ayudada de los Walesa, Havel, Gorbachov
o Yeltsin, liberó a los pueblos del Este del comunismo para ponerlos
rumbo al tercer mundo. ¿Sorprenderá a alguien todavía saber que,
mientras Mijail Gorbachov recibía el premio Nobel de la Paz (ese
gran galardón que cada año cobra más prestigio, y que ya lo dan
hasta de manera preventiva, como a Obama), era cada vez más
repudiado en su país, o que Lech Walesa, que se dedica a dar charlas
por el mundo a precio de oro, recibió menos del 1% de los votos la
tercera vez que se presentó a las elecciones en el suyo, en 2000?
En todo caso, se trataba de la
libertad. Y, como aseguraba en los 80 John Gray, ideólogo de
cabecera de la señora Thatcher, hasta el más pobre de los mendigos
de Londres era más libre que cualquier funcionario del Estado
soviético, aunque éste tuviese asegurado de por vida un techo bajo
el cual dormir, un trabajo, el derecho a que le fuese tratada de
manera gratuita cualquier enfermedad, una educación igualmente
gratuita hasta la universidad, vacaciones pagadas y una pensión de
jubilación. Ésa es la concepción de la libertad de estos
ultraliberales (entre los que ya no se encuentra, es justo decirlo, el propio John Gray, que hace años renegó de su credo), y desde luego que se
esfuerzan en aplicarla. Sin casa, sin trabajo, sin sanidad, sin
escuela, sin pensiones, sin vacaciones, pero eso sí, somos libres. Y
si no somos ricos es porque no queremos, o peor, porque no podemos.
Otro dogma de la Thatcher: su darwinismo social (o más bien,
antisocial) exacerbado, llevado al límite del empirismo radical, tan
British, de negar la
existencia de la sociedad más allá de la mera suma de sus
componentes humanos, cuya principal obligación sería extender su
libertad y su riqueza cuanto pudiesen, en constante pugna con los
demás. En esta utopía liberal no cabrían la solidaridad, ni el
amparo social de los más necesitados, pues al fin y al cabo ellos se
lo habrían buscado por incapaces, y toda restricción a la voracidad
por parte del Estado sería vista como una coartación injustificable
propia de regímenes totalitarios.
Hay que decir, por si alguno no se
había dado cuenta todavía, que la utopía ultraliberal se tornó
pesadilla para la mayoría de la población, como no podía ser de
otra manera. Y es que basta con leer a otro gran autor inglés,
Thomas Hobbes, para comprender por qué el libre mercado no puede más
que desembocar en el caos.
Y en ese caos seguimos, veintitrés años después de que los tories británicos decidieran hacer el harakiri a
la Dama de Hierro para
que sus políticas pudieran seguir adelante sin ella. Muerto el
perro, continuó la rabia.
Por eso no brindaré con champán.
Lo he guardado para la victoria de
Nicolás Maduro.
sábado, 13 de abril de 2013
Hay que ser muy gilipollas
Hay que ser muy gilipollas para comparar a los activistas que
realizan escraches con los nazis.
Hay que ser muy poco original, también.
Hay que ser tremendamente cretino para comparar un escrache con la
kale borroka.
Hay que carecer del más mínimo escrúpulo moral para comparar
víctima con victimario sin que te tiemble al menos la voz.
Hay que ser profundamente tonto para creérselo.
Hay que ser muy olvidadizo para no recordar de dónde proviene el
partido que nos gobierna, ni el Rey que chupa de nuestros bolsillos,
ni el régimen en su conjunto.
Hay que ser muy mercenario para rasgarse las vestiduras en artículos
de opinión o tertulias televisivas ante el falso acoso a los
políticos mientras se es indiferente ante el hecho de que cientos de
personas son expulsadas brutalmente a diario de sus casas.
Hay que ser muy cínico para ponerse hiperdemocrático cuando es la
gente normal y corriente quien presiona a los políticos para que les
escuchen y mientras hacer mutis por el foro cuando es la oligarquía
económica quien lo hace.
Hay que ser muy sumiso y muy lameculos para recordar, tertulia tras
tertulia, el sufrimiento de los hijos de los políticos, quizás al
conocer que el pueblo odia a sus padres, y sin embargo no tener
siquiera en cuenta el de los hijos de los desahuciados, desahuciados
ellos mismos también, que tal vez tengan que dormir en la calle tras
haber sido arrastrados por la policía de sus casas.
Hay que ser muy mezquino y muy odioso para no ver mal que la gente
pierda sus casas a manos de los bancos mientras no sea uno mismo
quien se quede en la calle.
Hay que ser un poquito vegetal (una coliflor, un nabo) para que te
resulte indiferente.
Hay que ser muy borrego para no hacer nada si al menos no lo ves
bien.
Pero sobre todo hay que ser muy, pero que muy hijo de puta para
elaborar y aprobar, una tras otra y sin pestañear, leyes que
condenan premeditadamente a millones de personas a la miseria, que
establecen la servidumbre como condición para poder tener un puesto
de trabajo y extienden el miedo y la desesperación entre la mayoría
de la población.
En fin, un trabajo
La revista literaria digital "El Globo Sonda" me publicó hace un mes el relato "En fin, un trabajo".
Subo ahora la noticia al blog porque el bueno de Carlos Lapeña, su tenaz director, no me avisó de ello hasta el jueves pasado, cuando coincidimos en la presentación del libro "Memoria de la Filosofía" de Augusto Klappenbach, cuya lectura recomiendo, y cuya edición, cuidada y hermosa, como no podía ser de otra manera, ha sido obra de mi amiga y editora Susana Noeda, creadora, además de la editorial Adeshoras, del sello Editorial Anexo, dedicado a las Humanidades.
La idea del relato recién publicado me surgió en el verano de 2001, cuando trabajaba en una empresa de similares características a la que aparece en él. Sin embargo, no fue hasta el mes de junio de 2006, en la turbia y extraña época de mis segundas oposiciones, que me decidí a escribirlo, y desde entonces lo tuve guardado en un cajón hasta que finalmente se lo ofrecí hace tres meses a Carlos Lapeña para que me lo publicase si lo veía oportuno, lo cual al final ha parecido ser que sí.
Me gustaría añadir un par de apreciaciones mas:
- la primera, que, salvo en lo que a las características de la empresa se refiere, no tiene nada más de autobiográfico;
- la segunda, que si bien fue escrito en una época en la que el desempleo estaba por debajo del 10%, las condiciones laborales ya eran lo bastante precarias como para que, cuando finalmente me decidí a publicarlo, no me sintiese en la necesidad de modificar ni una coma, pues me parecía que su actualidad era aún mayor hoy en día.
Para poder acceder a él, pinchad aquí.
Espero que os guste.
Subo ahora la noticia al blog porque el bueno de Carlos Lapeña, su tenaz director, no me avisó de ello hasta el jueves pasado, cuando coincidimos en la presentación del libro "Memoria de la Filosofía" de Augusto Klappenbach, cuya lectura recomiendo, y cuya edición, cuidada y hermosa, como no podía ser de otra manera, ha sido obra de mi amiga y editora Susana Noeda, creadora, además de la editorial Adeshoras, del sello Editorial Anexo, dedicado a las Humanidades.
La idea del relato recién publicado me surgió en el verano de 2001, cuando trabajaba en una empresa de similares características a la que aparece en él. Sin embargo, no fue hasta el mes de junio de 2006, en la turbia y extraña época de mis segundas oposiciones, que me decidí a escribirlo, y desde entonces lo tuve guardado en un cajón hasta que finalmente se lo ofrecí hace tres meses a Carlos Lapeña para que me lo publicase si lo veía oportuno, lo cual al final ha parecido ser que sí.
Me gustaría añadir un par de apreciaciones mas:
- la primera, que, salvo en lo que a las características de la empresa se refiere, no tiene nada más de autobiográfico;
- la segunda, que si bien fue escrito en una época en la que el desempleo estaba por debajo del 10%, las condiciones laborales ya eran lo bastante precarias como para que, cuando finalmente me decidí a publicarlo, no me sintiese en la necesidad de modificar ni una coma, pues me parecía que su actualidad era aún mayor hoy en día.
Para poder acceder a él, pinchad aquí.
Espero que os guste.
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