viernes, 5 de julio de 2013

La “comunidad internacional”

La historia es la siguiente: el gobierno de Estados Unidos teje la mayor red de espionaje que jamás haya conocido la Humanidad, a uno de sus empleados subcontratados no le aguanta más la conciencia y decide largarlo todo, y ante la amenaza por parte de su presidente de ser acusado él mismo de espionaje (el mundo al revés), se refugia primero en Hong Kong, y desde allí consigue escapar a Moscú, desde donde solicita asilo político a quien quiera ofrecérselo. Entre medias, la organización Wikileaks, un grupo de contraespías románticos cuyo cometido es vigilar al vigilante, le da el amparo y los medios para escapar de los hombres de negro. Y mientras tanto, nuestro pequeño gran héroe, una suerte de moderno Prometeo que se enfrentó a los dioses para desvelar sus secretos a los hombres, continúa en paradero desconocido, quién sabe si aún encerrado en el aeropuerto de Moscú, como penitencia por haber mordido la mano invisible y poderosa que le daba de comer.
En medio de esta jauría desatada para dar caza al hombre, ocurre un gravísimo incidente que, al autor de este blog, permite continuar con su particular batalla semántica. El presidente de Bolivia, Evo Morales, regresa de Moscú en su avión oficial y, ante el temor de que ocultase en él al prófugo Edward Snowden, es obligado a aterrizar de emergencia en Viena, y su avión es profanado por la policía austríaca.
De pronto Barack Obama descuelga el teléfono y cuatro países cada vez más insignificantes (una antigua potencia venida a menos y tres naciones en vías de subdesarrollo) obedecen sus órdenes de negar a un presidente democráticamente elegido sobrevolar su espacio aéreo sin rechistar, provocando entre medias un grave incidente diplomático (del que el propio causante, por cierto, sale de rositas) y haciéndonos ver de rebote, una vez más, que la “comunidad internacional”, término con el que la prensa palaciega se llena la boca, era en realidad eso, y que el concepto “soberanía nacional” era eso también.
Dos gobiernos de derecha pura y dura, acosados por sus propios pueblos por sus políticas a favor de la oligarquía económica y totalmente deslegitimados a ojos de sus ciudadanos, uno que acaba de nacer como resultado de una alianza en apariencia antinatural, resultado asimismo de un gigantesco caos institucional, y otro más, dirigido por un tipo cuya popularidad va en picado, y que se parece demasiado a Zapatero, sólo que con más cara de gilipollas, lo cual ya es decir, niegan su espacio aéreo a un presidente de cuyo apoyo popular no gozarían los anteriores ni en el más húmedo de sus sueños, no por nada en concreto, sino sencillamente porque se lo mandan.
Allá donde nuestros periodistas hablan pomposamente de “comunidad internacional”, en la tozudez de los hechos no hay otra cosa que los intereses depredadores de la plutocracia estadounidense, sostenidos por el “complejo militar-industrial” y el gobierno de su país, y obedecidos sin rechistar por un conjunto de gobiernos que, al ponerse al amparo del amigo americano, esperan que sus oligarquías locales puedan sacar algo de tajada, y cuya legitimidad democrática está cada vez más en entredicho. Y sin embargo, en este nido de víboras que es la “comunidad internacional”, nadie se casa con nadie, y menos aún el primus inter pares, que dedica ingentes recursos a espiar a sus subordinados, pues no termina de fiarse de ellos, aunque éstos no paren de rendirle pleitesía, para bochorno de sus ciudadanos y sorna del resto de países, aquéllos que, orgullosamente, se resisten a formar parte de esa “comunidad internacional” que cada vez se parece más a una película de Coppola o de Martin Scorsese. A cuál, decídanlo ustedes mismos.

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