sábado, 30 de noviembre de 2013

sábado, 2 de noviembre de 2013

Döner Kebab

Ha sido un día duro.
Faltó su hermano, por la gripe,
y hemos tenido que hacernos cargo
los dos de todo el trabajo.
Muchos clientes esta tarde,
pues es sábado,
demasiadas prisas, y malas caras a veces;
son exigentes los españoles,
y los nuestros no han sido hoy
especialmente amables.
Hubo un momento, incluso, en que
la tensión
nos hizo estar a punto
de perder los papeles.
Por eso ha sido tan intenso el amor
esta noche
en la oscuridad,
y se agradecen tanto el roce
de la piel amada,
el silencio compartido,
el último cigarrillo a medias.

domingo, 13 de octubre de 2013

Otoños y sindicatos

Con la nueva entrada en escena de las masas en los años 70, propiciada por la reconstrucción lenta y laboriosa en la clandestinidad del movimiento obrero, y el agotamiento del modelo dictatorial, las élites políticas y económicas del Régimen buscaron nuevos medios para mantener sus privilegios y frenar las peticiones populares, ante el evidente riesgo de desbordamiento. Así, con la mano derecha impulsaron de nuevo el terrorismo de Estado para someter y atemorizar a la población que llenaba las calles de protestas, y con la mano izquierda cooptaba a los máximos dirigentes de los partidos de la izquierda tradicional. El resultado de todo esto fue un pacto de caballeros en el que se intentó quitar la voz y la decisión al pueblo todo lo que se pudo. Más que una ruptura con el antiguo orden, lo que ocurrió fue una continuación (la “Transición”) en la que se incorporó a las viejas élites la cúpula de la izquierda mayoritaria tradicional. Y a pesar de que se consiguieron conquistas sociales y laborales importantes, el resultado fue que, al incorporarse a un régimen corrupto, las izquierdas institucionales acabaron corrompiéndose ellas mismas.
Éste es el caso de las dos grandes centrales sindicales de este país, UGT y CCOO. Cooptadas primero sus cúpulas en los años de la Transición, abandonaron todo intento transformador de la sociedad, y se centraron en reivindicaciones que no fueran más allá del estrecho marco del nuevo régimen, donde, eso sí, al principio se consiguieron grandes conquistas. Con el paso del tiempo, las dos centrales acentuaron su matiz institucional, y las viejas cúpulas han ido siendo sustituidas por nuevos burócratas cada vez más insertos dentro del aparato del Estado, hasta tal punto que, como por desgracia podemos constatar, son hoy en día sus más firmes defensores, y parecen dispuestos a acompañarle hasta el fondo en su hundimiento, aun a riesgo de destruir las organizaciones que les dan de comer, y que con tanta sangre, sudor y lágrimas fueron levantadas por otros.
Como vamos viendo en el nauseabundo “caso de los EREs” en Andalucía, los sobornos fueron el peaje a pagar durante muchos años a una burocracia sindical carente de escrúpulos a cambio de su inacción frente a la pérdida brutal de derechos que estaban sufriendo los trabajadores a los cuales deberían representar y defender. Pero no han sido el único. De dicho peaje ha formado parte también gran parte de la financiación que, por parte del Estado, han recibido los sindicatos, en forma de subvenciones, cursos de formación, y un largo etcétera. Y lo más triste de todo es que ahora que la oligarquía económica, en su salvaje ataque al movimiento obrero, pretende llevarse por delante incluso a los que hasta ahora les habían resultado fieles en su tarea de contención, la respuesta de éstos es de desbandada general, desconcierto y más mansedumbre, ante la indignación y el rechazo crecientes de cada vez más capas de la población, en especial la más combativa, mucha de la cual formaba parte de los propios sindicatos y los han ido abandonando progresivamente, dejándolos así cada vez más en manos de los burócratas y debilitando la resistencia interna.
Sin embargo, es urgente la tarea de reconquista de los sindicatos. Sin ellos, las clases trabajadoras y populares se han quedado sin su instrumento de lucha fundamental. Para ello es primordial exigir su total independencia con respecto al aparato del Estado, incluida la económica, pero también política e ideológica (hay que combatir el odioso "diálogo social" que, en la práctica no ha supuesto otra cosa que pérdida de derechos). Y hay que enfrentar a esa casta burocrática que ha florecido dentro de las centrales sindicales como hongos, y cuyos  intereses no han sido otros que vivir de ellas y enchufar a familiares y amigos. 
Hasta ahora, los otros experimentos, desde el 15-M hasta las diversas mareas, a pesar de sus innegables logros, su valentía y su capacidad de auto-organización, han sido incapaces de establecer esa unidad estatal de las luchas que los sindicatos, cuando se lo han propuesto, han conseguido. Lo triste es que cada vez se lo proponen menos. Y mientras tanto, aquí seguiremos, preparando el otoño caliente que no llega, o la primavera, o lo que sea, pero caliente, porque en este país de los mil demonios cada vez hace más frío.  

lunes, 9 de septiembre de 2013

Empacho olímpico

Produce sonrojo que haya tenido que ser una institución tan opaca y corrupta como el Comité Olímpico Internacional la responsable de poner un poco de cordura en el inmenso desatino que suponía el hecho de que una ciudad cuya deuda asciende a 7000 millones de euros, capital de un país hundido en una gravísima crisis económica e institucional, ahogado por la corrupción y sumido en un duro proceso de descomposición social y territorial, se prestase a organizar unos juegos olímpicos. Esa cordura que no han tenido ni el Partido Socialista ni las cúpulas sindicales, pata izquierda de un régimen que, en su particular huida hacia adelante, hacia ningún sitio, no tiene otra que agarrarse a todo tipo de burbujas, inmobiliarias, especulativas o propagandísticas de última hora para mantenerse en pie aunque sea cojeando.
Que los grandes acontecimientos deportivos han servido en la mayoría de los casos como inmensos espectáculos de propaganda de los gobiernos que los han organizado es algo tan palmario y evidente que no haría falta ni mencionarlo si no fuera porque, en el caso de la candidatura de Madrid 2020, dicha evidencia ha alcanzado el cénit de lo grotesco. La banda de gángsters que nos gobiernan se han agarrado a ella como a un clavo ardiendo, no sólo por los beneficios económicos que reportarían a sus amiguetes, sino sobre todo porque necesitan urgentemente una burbuja con la que tener entretenida a la prole mientras se destruyen sus derechos y sus condiciones de vida. Los regímenes autoritarios, y el nuestro lo es cada vez más, tienden a tirar, cuando carecen de legitimidad democrática, del gregarismo más embrutecedor y elemental para someter a sus poblaciones. El uso y abuso del deporte como espectáculo de masas es uno de los más claros ejemplos de ello. Durante unos días, políticos, empresarios y medios de comunicación, en perfecta sintonía, han pretendido hacernos vivir en una burbuja que, suponían, les iba a durar al menos siete años. Y no es sólo que, muy probablemente, ellos mismos estaban convencidos de que la jugada les saldría bien, sino que tenían comprometida en ella toda su credibilidad política y social, dado que dicha credibilidad no la pueden obtener por otros medios.
Decía Jean-Paul Sartre que la imagen que uno tiene de sí mismo se forma a través de los demás. Por eso, durante las últimas semanas, la euforia olímpica potenciada por el Poder se ha basado en una suerte de autarquía mediática, muy al gusto de nuestra derecha, por cierto, que ha intentado, de forma pueblerina, hacernos creer que éramos los mejores lanzando mensajes intencionadamente falsos, y creando falsas expectativas que sin duda no se correspondían con la realidad. Pero el problema del solipsismo es que los demás existen. Y una vez que nos hemos tenido que enfrentar a ellos, han puesto las cosas en su sitio. Frente a la imagen deformada de un todos unidos podemos y de un país que con la mera ilusión iba a salir mañana mismo de la crisis, el COI nos ha puesto de forma brusca frente al espejo, y donde nos veíamos tan guapos aparece ahora el verdadero rostro de nuestro país: una candidatura alentada por las sanguijuelas que nos desangran día a día y presentada por una comitiva hinchadísima formada por enchufados, corruptos, gañanes, aristócratas y deportistas apesebrados, a la que, salvo los escasos entusiastas reunidos borreguilmente en la Puerta de Alcalá, la mayoría de la población ha respondido con desapego, indiferencia o rechazo. Una vez rota la burbuja, descubrimos cómo nos ven los demás: como un país ridículo incapaz de aprender de sus errores, cuya clase gobernante, podrida, reparte cada vez menos pan y peor circo entre una ciudadanía cada vez más desgastada que, ante la falta de expectativas de cambio, opta cada vez más por el cinismo o la huida en desbandada.
“España debe invertir sus recursos en materias más importantes que unos juegos olímpicos”. Lo dijo un miembro del COI. Manda narices.

viernes, 26 de julio de 2013

La casta periodística

Que la prensa no es ese cuarto poder que defiende la mitología liberal, cuya tarea sería hacer efectiva la libertad de expresión, y a través de ella, la búsqueda de verdades molestas a los otros tres poderes, es algo tan obvio y evidente hoy en día que casi no habría que darle más vueltas al asunto, ni dedicarle ni una sola línea más, dados, por ejemplo, los excelentes trabajos de Pascual Serrano o el documental “Cuartopoder”. Tal vez la polémica podría estribar en si, en su conjunto, lo ha sido alguna vez. El autor de este blog, desde luego, tiene sus reservas.
Resulta difícil calificar esta época, pero lo que está claro es que a nadie con un mínimo de honestidad y, sobre todo, de cierta perspicacia epistemológica, se le ocurriría emplear términos como “progreso” o “ascenso” para definirla. Es, sin duda, un tiempo sombrío, que autores a los que el que escribe estas líneas admira, como Samir Amin o Xabier Arrizabalo, han definido como “capitalismo senil”, o “capitalismo en su fase descendente”. Sin embargo, si algo podemos agradecer a estos tiempos es que, en su decadencia, se estén llevando por delante ciertos dogmas del liberalismo que durante mucho tiempo se nos han presentado por el Poder (con mayúsculas esta vez) como verdades irrefutables, y que ahora se baten en retirada.
Como recuerdo decir a Julio Anguita en una conferencia de hace ya al menos diez años, no existe la separación de poderes, sino que todos ellos, el legislativo, el ejecutivo y el judicial, obedecen al unísono a un único poder, que no es otro que el de la oligarquía económica (lo que la izquierda ha conocido siempre como “burguesía”). Se tratarían, por tanto, de los diversos tentáculos de un mismo pulpo. En lo que se refiere a los medios de comunicación, se podrían considerar el tentáculo propagandístico, y su función no sería ya la de desvelar ante la opinión pública los tejemanejes del poder político, sino la mera reproducción ideológica del sistema. Tiene tan clara la oligarquía el papel de sus medios, que ni siquiera los maneja como empresas cualquiera, en virtud de sus beneficios económicos, sino que los mantiene a pesar de que resulten tremendamente deficitarios. Y, como ocurre con los políticos, alrededor de ellos se ha creado una casta, cuya función principal ha consistido, desde la Transición hasta nuestros días, en sacralizar al régimen, haciéndonos creer que cualquier alternativa a él era, o bien imposible, o bien indeseable.
La irrupción de internet en nuestras vidas abrió una quiebra en ese discurso monocorde. Desde hace algo más de una década, uno puede asomarse a la red y no sólo obtener informaciones y voces que hasta ahora los medios nos hurtaban, sino que además puede volcar la suya propia. Sin embargo, no conviene engañarse: por un lado, esa grieta que se ha abierto, aunque importantísima, todavía es pequeña en comparación con el muro aún inmenso de los mass media. Por otro, la crisis de los medios tradicionales no se debe a la irrupción de internet, o al menos no solamente, sino que coincide con la grave crisis de legitimidad en que se encuentra el sistema económico y político que ellos ayudaban a sustentar. Toda propaganda tiene sus límites: en el caso de los medios de comunicación, la evidencia ante los ojos de la mayoría de la población de que no buscan informar, sino que obedecen a unos intereses que son, cada vez más, hostiles a los de esa misma mayoría. Ocurre entonces una paradoja: cuanto más necesitan la oligarquía económica y la “casta política” dependiente de ella echar mano de sus medios afines ante la falta de credibilidad democrática de sus políticas y sus abusos, más grotescos se presentan éstos ante los ojos de una población descreída a la que pretenden, de una forma cada vez más transparente, tomar el pelo, y sin embargo, no pueden dejar de cumplir con su función, pues la propaganda, unida a la represión, son lo único que le queda para sostenerse en el poder a una clase dominante incapaz ya de satisfacer las necesidades siquiera básicas de capas cada vez mayores de la población.
Es en este momento de quiebra cuando están apareciendo nuevos medios y nuevos periodistas que, ellos sí, buscan desenmascarar los vericuetos del poder desde una perspectiva independiente, cuando no abiertamente militante del lado de los que hasta ahora no teníamos voz. De todos ellos, el autor de este blog se queda sin duda con el joven profesor Pablo Iglesias, no sólo porque en sus tertulias introduzca un nivel de calidad que contrasta sobremanera con la pobreza general, sino además por la forma en que se ha colado en los debates mainstream. Hay quienes le critican por ello: es obvio que los medios de comunicación le utilizan, por un lado, como vedette mediática, y por otro les sirve para darse un lavado de cara de pluralidad ideológica. Dudo mucho que nuestro hombre no sea plenamente consciente de tales hechos. Por otro lado, su propia presencia es síntoma evidente de que tal pluralidad ideológica pasa ya necesariamente por incluir a gentes que plantean una ruptura clara con un régimen ya agotado.
Por parte de quien escribe estas líneas, decir que no puede evitar sentir una profunda satisfacción cada vez que ve a Pablo Iglesias repartiendo mandobles teóricos a cada uno de los miembros carcomidos de esa casta periodística que ante sus argumentos no son capaces de enfrentar más que gruñidos, mentiras evidentes y malas maneras. Hasta tal punto han sido tratados durante las tres últimas décadas como una casta aparte que en el momento en que se les opone alguien que no comparte sus modos ni sus intereses y les obliga a esforzarse se muestran, en toda su absoluta mediocridad dialéctica y analítica, como lo que siempre han sido: tigres de papel.
Cuenta Eduardo Galeano en el tercer volumen de su epopeya Memoria del fuego -El siglo del viento-, que a Eva Perón “no es que le perdonaran el lujo: se lo celebraban. No se sentía el pueblo humillado sino vengado con sus atavíos de reina”. Pues igual nos sentimos muchos. No es que le perdonemos a Pablo Iglesias su arrogancia, su egocentrismo y su chulería contra los Marhuenda, Inda, Rojo y compañía, es que se los celebramos. Son nuestra pequeña venganza. La otra, la grande, contra sus jefes, ya llegará. 

martes, 16 de julio de 2013

Inventario del régimen

 Los llamados papeles de Bárcenas no son otra cosa que el inventario de lo que ha ocurrido en nuestro país desde el advenimiento de la democracia. Dan al traste de golpe con la teoría de las manzanas podridas y muestran no sólo que la corrupción política y económica ha sido generalizada en la piel de toro, sino que todo el modelo en el que se basó la forma de gobierno salida de la Transición se ha aposentado sobre esas bases podridas que ahora se desmoronan.
Esos papeles son el inventario de la relación orgánica que la oligarquía económica guarda con el que es, por naturaleza, su partido político. Y son, también, el inventario de la ideología de la derecha, como muy bien la resumió una vez el inefable y bronceado Eduardo Zaplana: estamos en esto para forrarnos.
Todas esas cuentas parten de una premisa fundamental: ya que los políticos, en las sociedades capitalistas avanzadas, no son más que meros representantes del poder económico, merecerían al menos una compensación por cargar con todas las culpas y la ira de la opinión pública, dada su desagradable función de cortafuegos entre dicha opinión pública, alentada en su tarea de distracción por los medios de comunicación, y el poder real. Los sobresueldos no son más que esa compensación.
Bárcenas es al PP lo que Urdangarín a la corona: la prueba viva de que su corrupción no ha sido algo accesorio, sino su característica esencial. Si su reacción no ha sido pareja es porque, muy probablemente, el yernísimo aún espera que su familia política, y todo el andamiaje que los sostiene, le libre de la cárcel, mientras que el ex-tesorero, una vez ha comprobado que los suyos han decidido sacrificarle en aras del bien superior del partido, ha decidido aplicar la política de tierra quemada, alentado sin duda por oscuros personajes cuyos intereses sorprenden por su cortoplacismo y su falta de perspectivas.
Porque no se entiende muy bien en qué beneficia a Esperanza Aguirre, por ejemplo, ni a Pedro J. Ramírez, la voladura de su partido político. Es más que evidente el ansia de poder de la lideresa, pero resulta muy poco factible imaginarla como posible presidenta del gobierno. Tiene demasiada porquería escondida debajo de la alfombra como para suponer que, más temprano que tarde, no vaya a salpicarle a ella una vez se ha desatado el ventilador. Lo mismo pasa con el periodista, cuyo imperio se encuentra en grave crisis. Ya no son los 90, por más que intente de nuevo presentarse a sí mismo como el gran investigador de las cloacas del Estado sin otro interés que la verdad. Eso ya no cuela. Sin embargo, con semejantes personajes presentándose a sí mismos como adalides de la justicia, no puede dejar de haber algo que huela a chamusquina.
Mientras tanto, el gobierno pretende sostenerse en su monolitismo, parapetado tras el ABC, Intereconomía y La Razón, que, ellos sí, son plenamente conscientes de que la ruptura de su partido dejaría un gravísimo vacío, no sólo en la derecha, sino en el régimen en general. De ahí su defensa numantina, que alcanza lo grotesco, de su líder político. Sin embargo, ese monolitismo del que presumen Rajoy y los suyos no hace más que agravar la erosión a ojos de los ciudadanos de todas las instituciones surgidas tras el franquismo, y precipitan su descomposición. Me van a perdonar las metáforas, pero es que este país apesta a cadáver, a basura de hace un mes, a rata muerta, y esto no se va ni con desodorante.
Es una situación paradójica la que padecemos, pues, si es cierto, como sugiere El Diario, que Rajoy hubiera incurrido en delitos que podrían llevarle a la cárcel, más cerrado será su afán por mantenerse en el cargo con tal de evitarla, y más dañada quedará su legitimidad, con lo cual, por otro lado, más molesto les resultará en la presidencia a la Unión Europea y a Washington, pues mayor será su dificultad para aplicar las medidas de la troika, ya de por sí impopulares. Es por eso que el caso Bárcenas ha desbaratado de repente el plan auspiciado por las instituciones del capital financiero internacional, y que ya se aplica en otros países, como Grecia o Italia: la creación de un gobierno de salvación nacional en el que colaboren mano a mano la derecha y los socialdemócratas. De hecho, el PSOE y las cúpulas de los sindicatos ya habían dado pasos para la formación, aunque fuera de tapadillo, de dicho gobierno. El acuerdo entre Rubalcaba y Rajoy para la cumbre europea de junio fue el último episodio de ese proceso. El estallido del caso ha provocado la sorpresa del líder del PSOE, que se ha visto obligado a romper lazos con el gobierno. Que no exija la convocatoria de elecciones anticipadas, sino el mero reemplazo de Rajoy, es síntoma evidente de que las decisiones del partido socialista no se toman en Ferraz, sino en Bruselas. Sencillamente buscan otro interlocutor con el cual negociar, una vez incapacitado completamente el actual presidente, y así poder llevar a cabo con una cierta legitimidad institucional -escasa, por otro lado- los planes de la troika, como ocurre en Atenas o en Roma.
Es bochornoso, una vez más en la historia de este país, el papel de la “izquierda”, de aquéllos que se suponen representantes de los trabajadores. Tanto el PSOE como los líderes sindicales no cumplen más que el papel de meros espectadores en este drama en el cual el pueblo, descabezado, se choca una y otra vez contra un muro en su lucha desesperada, mientras que ellos nos observan impasibles desde la grada. En cuanto a IU, se echa de menos un discurso mucho más coherente, a la altura de los tiempos, y sobre todo una praxis acorde. No basta el mero cálculo electoral, con la que está cayendo. No basta con la convocatoria de elecciones; hay que ir más allá: hay que exigir la apertura de un proceso constituyente que acabe de una vez por todas con este régimen que nos conduce al desastre. Hay que ir en serio a por la república. No es suficiente con ondear las banderas tricolor en las manifestaciones: hay que romper con todas las instituciones que nos atenazan, dentro y fuera de nuestro país. Ya está bien de prorrogarlo. El momento es ahora.
O no será nunca.

viernes, 12 de julio de 2013

Sasemil

Adoro echarte de menos,
aunque, en tu ausencia,
abandone mi mente su cordura
y se adentre en oscuros bosques
donde abundan los trasgos,
aúllan hambrientos los lobos
y tras cada árbol yace un sepulcro
sin nombre,
pues es como volver a Ítaca tu cuerpo
al reencuentro,
un nuevo hogar, renacer incesante,
playa de fina arena que purifican
las olas, en su retirada,
horizonte eterno, ciega esperanza.

martes, 9 de julio de 2013

Es un golpe de Estado

 Que el gobierno de los Estados Unidos y sus peleles europeos se resistan, por la cuenta que les trae, a llamarlo por su nombre, no quita que lo que haya ocurrido en Egipto sea eso mismo que no se atreven a nombrar: un golpe de Estado como la copa de un pino. A la vieja usanza, al estilo de Pinochet, Videla, Suharto o el Sha de Persia, todos ellos grandes aliados de los americanos. Todos ellos grandes asesinos.
Sólo hace dos años que tuvo lugar el levantamiento popular que derrocó a Hosni Mubarak, y las cosas parecen haber vuelto dramáticamente a su punto de partida. Tras el breve y desastroso ínterin de los Hermanos Musulmanes en el gobierno, con su sharia y su sumisión al FMI, los militares retornan al poder. Lo que no se atreven a decir los líderes políticos, lo hacen sus voceros de la prensa: el viernes pasado el Wall Street Journal defendía un Pinochet para Egipto. Los intereses económicos son lo primero. Que para mantenerlos tenga que haber un baño de sangre es algo completamente accesorio. ¿O acaso no ha sido así decenas de veces antes? La culpa la tienen los pueblos, que no saben lo que votan. Es preciso corregirlos. No son otra cosa los asesinatos en masa, las cárceles clandestinas y los campos de concentración en estadios: medidas correctoras.
La “comunidad internacional”, que contempla con silencio cómplice la suspensión de la Constitución, el desmantelamiento del parlamento, el arresto del presidente salido de las urnas y la matanza de sus seguidores por parte de los militares, admite que se convoquen nuevas elecciones dentro de seis meses, a ver si para entonces el pueblo ya ha aprendido la lección y vota lo que debe.

domingo, 7 de julio de 2013

viernes, 5 de julio de 2013

La “comunidad internacional”

La historia es la siguiente: el gobierno de Estados Unidos teje la mayor red de espionaje que jamás haya conocido la Humanidad, a uno de sus empleados subcontratados no le aguanta más la conciencia y decide largarlo todo, y ante la amenaza por parte de su presidente de ser acusado él mismo de espionaje (el mundo al revés), se refugia primero en Hong Kong, y desde allí consigue escapar a Moscú, desde donde solicita asilo político a quien quiera ofrecérselo. Entre medias, la organización Wikileaks, un grupo de contraespías románticos cuyo cometido es vigilar al vigilante, le da el amparo y los medios para escapar de los hombres de negro. Y mientras tanto, nuestro pequeño gran héroe, una suerte de moderno Prometeo que se enfrentó a los dioses para desvelar sus secretos a los hombres, continúa en paradero desconocido, quién sabe si aún encerrado en el aeropuerto de Moscú, como penitencia por haber mordido la mano invisible y poderosa que le daba de comer.
En medio de esta jauría desatada para dar caza al hombre, ocurre un gravísimo incidente que, al autor de este blog, permite continuar con su particular batalla semántica. El presidente de Bolivia, Evo Morales, regresa de Moscú en su avión oficial y, ante el temor de que ocultase en él al prófugo Edward Snowden, es obligado a aterrizar de emergencia en Viena, y su avión es profanado por la policía austríaca.
De pronto Barack Obama descuelga el teléfono y cuatro países cada vez más insignificantes (una antigua potencia venida a menos y tres naciones en vías de subdesarrollo) obedecen sus órdenes de negar a un presidente democráticamente elegido sobrevolar su espacio aéreo sin rechistar, provocando entre medias un grave incidente diplomático (del que el propio causante, por cierto, sale de rositas) y haciéndonos ver de rebote, una vez más, que la “comunidad internacional”, término con el que la prensa palaciega se llena la boca, era en realidad eso, y que el concepto “soberanía nacional” era eso también.
Dos gobiernos de derecha pura y dura, acosados por sus propios pueblos por sus políticas a favor de la oligarquía económica y totalmente deslegitimados a ojos de sus ciudadanos, uno que acaba de nacer como resultado de una alianza en apariencia antinatural, resultado asimismo de un gigantesco caos institucional, y otro más, dirigido por un tipo cuya popularidad va en picado, y que se parece demasiado a Zapatero, sólo que con más cara de gilipollas, lo cual ya es decir, niegan su espacio aéreo a un presidente de cuyo apoyo popular no gozarían los anteriores ni en el más húmedo de sus sueños, no por nada en concreto, sino sencillamente porque se lo mandan.
Allá donde nuestros periodistas hablan pomposamente de “comunidad internacional”, en la tozudez de los hechos no hay otra cosa que los intereses depredadores de la plutocracia estadounidense, sostenidos por el “complejo militar-industrial” y el gobierno de su país, y obedecidos sin rechistar por un conjunto de gobiernos que, al ponerse al amparo del amigo americano, esperan que sus oligarquías locales puedan sacar algo de tajada, y cuya legitimidad democrática está cada vez más en entredicho. Y sin embargo, en este nido de víboras que es la “comunidad internacional”, nadie se casa con nadie, y menos aún el primus inter pares, que dedica ingentes recursos a espiar a sus subordinados, pues no termina de fiarse de ellos, aunque éstos no paren de rendirle pleitesía, para bochorno de sus ciudadanos y sorna del resto de países, aquéllos que, orgullosamente, se resisten a formar parte de esa “comunidad internacional” que cada vez se parece más a una película de Coppola o de Martin Scorsese. A cuál, decídanlo ustedes mismos.

domingo, 30 de junio de 2013

La batalla semántica II

Según la R.A.E., emprender es “acometer y comenzar una obra, un negocio, un empeño, especialmente si encierran dificultad o peligro”. Sin embargo, en la mitología liberal imperante, el término “emprendedor” viene a sustituir, o a blanquear, al de “empresario”, término que en una de sus acepciones de la R.A.E. es definido como “patrono, persona que emplea obreros”. En manos del poder, el lenguaje no es sino otro más de sus instrumentos de dominación, y las palabras no sirven para señalar las cosas, sino para ocultarlas. El término “emprendedor” tiene, casi por definición, un cariz positivo, posee incluso un componente romántico. Se emprende un viaje, una aventura, una relación amorosa. El concepto “empresario”, por su parte, encierra explícitamente una relación social: él es quien se beneficia del trabajo ajeno. En la semántica ultraliberal actual ha desaparecido incluso el término “patrón” que, por ejemplo, los franceses continúan empleando, y que tiene, por la fuerza de las circunstancias, un sentido marcadamente negativo. Que los empresarios ya no sean llamados como tales, sino como “emprendedores”, pretende ocultar, precisamente, el hecho de que se apropien del trabajo ajeno, es decir, lo que se pretende es ocultar el hecho de la explotación.
En un artículo aparecido ayer en El Diario, el periodista Daniel Fuentes Castro informaba de que, entre los años 2008 y 2012, en España, las sociedades no financieras incrementaron su renta empresarial un 67%, al mismo tiempo que reducían su masa salarial un 12%. Esto es, que mientras aumentaron en 75.000 millones de euros sus beneficios, redujeron el salario de sus empleados en 42.000 millones.
Por otra parte, el 18 de junio pasado, el vicepresidente de la CEOE, José de la Cavada, declaró a la prensa que le parecía excesivo que se concediesen cuatro días de permiso a los empleados por fallecimiento de un familiar. Este señor, por cierto, había sido condenado en 2010 por trato humillante contra nueve de sus once subordinados en el departamento de relaciones laborales de la patronal, evidenciando el concepto de “relaciones laborales” que tienen tanto él como sus acólitos. Cada vez que un miembro de la patronal abre la boca le sale la alimaña que lleva dentro, y echa atrás todo el inmenso trabajo propagandístico de periodistas, responsables de planes de estudios, políticos y publicistas en blanquearlos tomándolos como “emprendedores”.
Sin embargo, los grandes empresarios (“empresaurios” en el imaginario popular, que es tozudo), no necesitan ser innovadores, porque tienen detrás el apoyo del aparato del Estado y de la banca, con los que forman un todo orgánico. En el fondo, el término “emprendedor” no va a dirigido a ellos, sino que es el fiel compañero de la destrucción sin precedentes de los derechos que hasta ahora habían gozado los trabajadores. Una vez despojados de estos derechos, se incita a éstos a formar parte de un mercado cada vez más volátil e inestable, no ya como empleados de otros, sino como “sus propios jefes”. Esto es, que donde antes, mal que bien, había una seguridad social, un sueldo fijo y unas vacaciones pagadas, ahora hay un tener que hacerse cargo de todo, ya no sólo del trabajo propiamente dicho, sino además de unas facturas, una cuota a la seguridad social, un temor a no tener suficiente carga de trabajo, y un no tener horario de salida si en determinados momentos esa carga aumenta, es decir, donde antes había un trabajador con ciertos derechos, ahora hay un autónomo (en griego, “aquél que se vale por sí mismo”). Y ese valerse por sí mismo lo es dentro de un mercado completamente atomizado, donde en medio de la lucha de todos contra todos rigen la inestabilidad y la inseguridad. Así, por ejemplo, en 2012 se crearon en este país 87.066 empresas mercantiles, un 2,7% más que el año anterior, y se cerraron 22.568, lo que supuso un incremento del 14,7% con respecto a 2011. Por otro lado, el capital medio suscrito por las nuevas sociedades descendió en un 65,4%, pasando de la media de de 252.148 euros en 2011 a los 87.167 del año siguiente.
La incitación a montar un negocio por parte de las autoridades tiene un doble cariz. Por un lado, supone al Estado y a la oligarquía económica dirigente prescindir de relaciones laborales “costosas”, es decir, con derechos, y ahonda la brecha social: para los grandes empresarios y los banqueros, el apoyo del Estado, para la gran mayoría social, el esfuerzo sin límites y la precariedad. No deja de resultar insolente la prédica del sacrificio y el trabajo por parte de aquéllos que no lo han practicado nunca.
Por otro lado, implica llevar a cabo hasta el extremo su sueño liberal, pues ese “búscate la vida” al que se incita supone la resurrección del viejo darwinismo social, siempre latente, sin embargo, en el capitalismo como su componente ideológico sustancial, según el cual toda la responsabilidad habría de recaer sobre el individuo, y toda su fortuna o su fracaso serían exclusivamente culpa suya, de su buen o mal hacer. Para el liberalismo no existen las circunstancias, ni las estructuras sociales sobre las cuales las vidas de las personas se asientan. Para el poder, se trata de un arma ideológica perfecta, al desviar las responsabilidades últimas de los que toman realmente las decisiones a las víctimas de éstas. El mensaje es muy sencillo: en medio del caos, la culpa la tienes TÚ, y nadie más que TÚ. Es por eso que, junto a la mitología del emprendedor, se desarrolla la pseudopsicología del “pensamiento positivo”, en cuyo idealismo infantil pretende reducir todo problema al hecho de "ser siempre lo bastante optimista”, pero cuyo reverso macabro son las enfermedades derivadas de la precariedad y la inestabilidad: las ansiedades y depresiones varias, que también se han multiplicado.
Aún así, se acusa a los españoles de ser poco emprendedores, a pesar de que, una vez más, centenares de miles emprenden el camino a una vida mejor en el extranjero, y eso es quizás porque no terminamos de pasar por el aro. Pero con sólo echar un ojo a nuestra historia podríamos demostrar fácilmente lo contrario. Considerar al país que dio al mundo a Cristóbal Colón, Hernán Cortés, o Magallanes y Elcano ("tierra de conquistadores, no nos quedan más cojones" cantaban con gran acierto los Extremoduro) como poco emprendedor sólo demuestra estrechez de miras. Sin embargo, yo me quedo con el que, pienso, es el más representativo de todos: Lázaro de Tormes. La sociedad caníbal y despiadada que reflejan sus páginas es el reflejo de allí donde nuestros gobernantes pretenden llevarnos.
Pero a pesar de todo, desde estas modestas páginas, yo incito a emprender. A emprender la lucha contra los que quieren arruinar nuestras condiciones de vida, a emprender la resistencia contra este modelo económico y social que nos conduce al abismo. Los últimos años lo han sido de derrotas y barbarie, pero también han abierto una rendija, pequeña aún, pero a través de ella parecen brotar los sueños. Se han emprendido proyectos estrambóticos, nuevas editoriales, periódicos nuevos, movilizaciones extraordinarias, asociaciones culturales, políticas y sociales, y se han tejido nuevos lazos. Incito, por tanto, a no quedarse quieto, a no quedarse solo, a emprender, a organizarse, a luchar.

sábado, 29 de junio de 2013

La batalla semántica

Todo proceso histórico viene acompañado de tensiones y enfrentamientos. Por su propia naturaleza, las sociedades históricas llevan la contradicción en su seno, y con ella, el germen de su propia destrucción. Los múltiples combates derivados de tales tensiones se muestran en todos los niveles de la realidad, estableciendo relaciones entre sí, a veces de manera confusa, otras, de forma más palmaria. Y en ese enfrentamiento general existen siempre diversas posiciones ideológicas que expresan intereses sociales, económicos y políticos distintos, que a su vez conllevan concepciones diferentes del mundo y de cómo debería organizarse la sociedad en virtud de dichos intereses. Por último, existe también una batalla semántica, en tanto que el lenguaje nunca es neutral, sino que sus juegos obedecen siempre a relaciones de fuerza, y dado también que el significado de las palabras refleja también la concepción del mundo de aquéllos que poseen el poder para modificarlo e imponerlo a los demás.
De esta manera, así como Louis Althusser nos mostró que el ámbito de los filósofos dentro del combate sería el plano teórico, el de los escritores, hoy en día más que nunca, habrá de ser el plano semántico.
Dicho de otra forma: el compromiso de los escritores que entiendan su obra como una pequeña contribución a la tarea más general de la emancipación de los desposeídos frente a la guerra, la explotación y la barbarie, ha de pasar, aquí y ahora, por un desenmascaramiento del lenguaje del poder y, sobre todo, por una recuperación de la palabra como ámbito de desvelamiento liberador.
Y una de las palabras alrededor de las cuales, aquí y ahora, el poder oligárquico articula en nuestro país su discurso legitimador, y sus medios de persuasión repiten ad nauseam, es la de “emprendedor”.
La mitología liberal ha elevado la categoría del “empresario” o el “emprendedor” (en francés, por ejemplo, ambas palabras corresponden a una sola, entrepreneur), al status de semidiós alrededor del cual bascula el progreso económico. Él sería la parte activa de la economía, y el trabajador su contrapeso pasivo. Es el caso, por ejemplo, de Joseph Schumpeter, quien, en una suerte de darwinismo social, entendería el carácter positivo de las crisis en tanto que servirían a la economía para soltar lastre, dejando atrás a las empresas menos innovadoras, y permitiendo a las más avanzadas alcanzar mayor cuota de mercado. En esta visión idílica del libre mercado no existe jamás mención alguna a la explotación del trabajo ajeno, ni a la tendencia natural del capitalismo a la inestabilidad y los oligopolios. Sorprende que, a pesar de que a la luz de los acontecimientos históricos las tesis schumpeterianas se han demostrado falaces, hoy en día aparecen por doquier.
Como pequeño apunte histórico, añadir que, por ejemplo, la gran crisis económica de los años 30 no se superó gracias a los “innovadores”, sino a las grandes posibilidades que generó la reconstrucción de Europa tras la devastación producida por la II Guerra Mundial y a la decidida intervención del Estado en la economía para, precisamente, poner límites al libre mercado, lo que posibilitó en Occidente una situación de bienestar material inédita hasta entonces, y que no se ha vuelto a repetir.
Así, el capitalismo actual reconoce como sus héroes a personajes como Bill Gates y Steve Jobs, si bien el discurso liberal incide en su capacidad innovadora, que está fuera de toda duda, pero olvida aspectos fundamentales en su acceso hasta el Olimpo de los negocios, como son sus prácticas monopolísticas, la externalización de sus fábricas a China, donde sus trabajadores sufren condiciones laborales infrahumanas, y sus relaciones orgánicas con los gobiernos y el capital financiero, sin las cuales sus imperios no hubieran sido posibles.
Existen sectores donde la innovación es espectacular, pero no merecen la misma atención que en el caso de la informática, ni en el imaginario colectivo ni en la economía. Uno sería el de las energías renovables, que en nuestro país, por ejemplo, está sufriendo una desinversión importante. Otro, el de la biología, cuyos avances, más silenciosos pero sin duda más relevantes, no despiertan sin embargo el mismo interés de inversores y especuladores, aunque sus consecuencias podrían ser infinitamente más beneficiosas para el ser humano, en tanto que capaces de curar infinidad de enfermedades. ¿Por qué no es así? Por una cuestión muy evidente: el motor de la economía, dentro de un modelo capitalista, no es la innovación, sino el beneficio, cuanto mayor y más inmediato, mejor.
A pesar de ello, esta especie de neoschumpeterianismo que nos invade, y que se muestra como una verdad irrefutable, pretende hacernos creer, de forma machacona y constante, que el motor de la economía actual está en la innovación, cuando realmente lo que caracteriza a nuestra época es la preeminencia brutal del capital especulativo sobre el productivo, tendencia que provoca que la economía capitalista acumule burbuja tras burbuja. Y mientras tanto, por todas partes se nos incita a que “emprendamos”, a que “seamos nuestros propios jefes”, a que “innovemos”. ¿A qué se debe este discurso omnipresente, que cuenta ya incluso con una asignatura en la educación obligatoria?
Intentaremos analizarlo en el siguiente artículo.

jueves, 30 de mayo de 2013

Sonríe (rap)


Souriez!
Vous êtes filmés!”
Cartel de los autobuses urbanos de París
anunciando la presencia de cámaras de vigilancia

Sonríe, estás siendo filmado,
pon tu cara más feliz,
no te hurgues en la nariz,
que quedará registrado.
Pon en reposo tu mente,
siéntate tranquilamente
y observa el lindo paisaje,
que a quien te perturbe el viaje
le daremos un masaje,
le alisaremos el traje,
le pondremos entre rejas,
le quitaremos las ganas
de despertar las mañanas
pensando en asustar viejas.
Sonríe y no pienses si está bien o mal,
de eso ya se ocupa la Audiencia Nacional
con su batallón de jueces
y la prensa hace las veces
de dictador de moral.
Si no tienes qué ocultar
no te debe molestar
someterte a grabación,
estación tras estación.
Sonríe, estás siendo filmado
por nuestra atenta mirada
a la que no escapa nada,
todo queda registrado
para ser utilizado
contra ti si no te portas bien,
si no obedeces al cien por cien,
si te vuelves descarriado,
si tomas el camino equivocado.
Sonríe, te estamos devolviendo
al rebaño,
sin hacerte mucho daño,
solamente el necesario
para que guardes en el armario
tu frustración contenida
y le cantes a la vida,
siéntate tranquilamente,
como la gente decente
y sonríe abiertamente,
pues estás siendo filmado.

domingo, 26 de mayo de 2013

Entrevista en RNE

El pasado 24 de mayo mi amiga y editora Susana Noeda y yo fuimos entrevistados en RNE por Pilar Tabares en su programa "La noche en vela". Yo fui a hablar de mi libro y Susana, de su editorial. Debo agradecer el trato exquisito que nos dispensaron. Quien quiera escuchar la entrevista, que pinche aquí o bien en el podcast de la barra lateral.
Una foto como recuerdo de nuestro paso por los estudios de Prado del Rey:


martes, 21 de mayo de 2013

Jinetes en la tormenta



Like a dog without a bone
and actor out on loan,
riders on the storm”.

Hace apenas tres meses que comencé este blog que aún está en pañales, y ya lo tengo lleno de necrológicas. Sin duda que es para preocuparse. Sin embargo, a pesar de la LOMCE, la corrupción del gobierno, la mediocridad endémica de los sindicatos, la ceguera política de la izquierda institucional y las dos Españas, hoy no podía sustraerme a una desaparición que me ha conmocionado: la de Ray Manzarek, el que fuera teclista de los Doors, un grupo de hace mil años que continúa sonando fresco, no se sabe si porque se adelantaron a su tiempo o porque nuestro tiempo se está atrasando hacia el suyo. Aunque lo más probable es que eso ocurra porque han alcanzado la categoría elevada de clásicos, concepto con el cual nos referimos a aquellos artistas cuyas obras, por un misterio que se nos escapa por completo, continúan emocionando a las gentes, incluso generaciones después, y en contextos históricos totalmente ajenos al cual los vio nacer.
Porque poco se parece ya nuestra época a aquellos felices 60 del pleno empleo y el Estado del Bienestar. Si entonces el pop sonaba optimista, lo hacía de una forma sincera. Nos puede resultar ingenua, naïf, esa música en su desenfado, a nosotros, que ya hemos pasado por el heavy metal, el punk y el grunge del mismo modo que nuestra sociedad se derrumba de crisis en crisis, que nos hemos vuelto cínicos por el camino, pero no podemos negarle su encanto, un encanto que visto con la suficiente perspectiva se torna crepuscular y melancólico.
Los Doors, sin embargo, fueron el grano en el culo de ese optimismo californiano que por un lado sonaba a radiofórmula (los Monkees) y por el otro entonaba himnos mesiánicos impregnados de esperanza milenarista (Jefferson Airplane). Mientras tanto, ellos predicaban el apocalipsis.
Pueden determinarse tres etapas en la música de los Doors bajo la marcada influencia de Jim Morrison: la primera, claramente impregnada por el consumo de LSD, una segunda etapa intermedia, sin duda la menos interesante, y una tercera marcada por el alcohol. Corresponden a cada una de las etapas dos de los seis discos de estudio que grabó el grupo.
Con gente como Bob Dylan, Velvet Underground o los propios Doors el rock se hizo adulto. Las letras dejaron de preocuparse por temáticas adolescentes explorando nuevos caminos artísticos. En el caso de Morrison, la influencia de los poetas malditos fue determinante. Sin embargo, debido sobre todo a lo atractivo de su oscura personalidad, tendemos a olvidar al resto de los Doors, e incluso a minimizarlos, sin duda injustamente. Por eso es preciso recordar que esos paisajes recónditos, inquietantes, que dibuja su música, fueron obra también de otros tres grandes artistas.
No se puede olvidar la batería de John Densmore, afilada a veces, otras brutal, sin tregua, pero siempre elegante, como no podía ser de otra manera de alguien con formación jazzística. Tampoco la guitarra de Robby Krieger, tan capaz de crear escenarios áridos y desolados como alcanzar el éxtasis orgásmico, y todo en una misma canción, o de permitirse delicatessen, o riffs inolvidables al mejor estilo bluesero. Pero sobre todo el alma de los Doors, tras Morrison, fue Ray Manzarek. Él fue el peso pesado musical del grupo; al frente de su Fender Rhodes, fue el partenaire perfecto de la voz cálida y potente del cantante. En la primera etapa, aportó el inconfundible sonido psicodélico a la banda, y a veces, cuando la situación lo exigía, dejaba rienda suelta a la delicadeza -”The crystal ship” es buen ejemplo de ello.
Después, cuando el alcohol empezó a hacer mella en Morrison y sus composiciones se volvieron más ásperas, la guitarra de Krieger tomó protagonismo, y a menudo Manzarek cambió el viejo órgano por el piano, o por el piano eléctrico, pero su música siguió siendo turbadora.
Quedará para siempre grabada en nuestra memoria, como mejor muestra de su virtuosismo, la maravillosa “Riders on the storm”. Es una canción evocadora, susurrante como el viento contra las hojas de los árboles, pero a la vez siniestra, inquietante, como si ocultase algo oscuro e insondable. Fue el canto del cisne. Con ella alcanzaron el cénit para inmediatamente después desaparecer, como el crepúsculo de la noche. Con ella quedó atrás no sólo un grupo fascinante, sino toda una época. Los Doors supieron ver ese final antes que nadie; sus canciones extrañas lo anticipaban y al final el tiempo implacable les dio la razón.
Larga vida al maestro.   

domingo, 12 de mayo de 2013

La huelga general de la enseñanza ha sido un éxito


El jueves pasado, 9 de mayo, tuvo lugar en nuestro país una nueva jornada de huelga a nivel estatal, a la que estaban convocados todos los sectores de la enseñanza, desde infantil a universidad. Convocaban los sindicatos de clase, CCOO, UGT, STE y CGT, además de la CEAPA y el Sindicato de Estudiantes. No la secundaron, como era de esperar, los sindicatos del PP, CSIF y ANPE, cuya posición servil ante este gobierno destructor de derechos, si bien no debería sorprender a nadie, tampoco puede dejar de resultar repugnante. Todo sea por salir en la foto con Cospedal, Marín y compañía, o por obtener algún carguito o cualquier otra prebenda. En la naturaleza de todo sindicato amarillo está obedecer al amo para que éste te recompense luego con un hueso que roer o una caricia por el lomo.
Es necesario recalcar, frente al búnker mediático intoxicador de la derecha, que la huelga ha sido un éxito. Las manifestaciones de por la tarde volvieron a ser masivas. En Madrid, donde tuvo lugar la movilización más poblada, la marea verde volvió a teñir las calles del color de la esperanza. Parecían completamente derrotados, o dormidos, los docentes de esta comunidad, y sin embargo respondieron de manera masiva a la llamada, aunque ésta se haya realizado tarde y mal. Volveremos a ello más adelante.
No hablaré en este artículo sobre la ley que ha motivado la huelga, la LOMCE. Lo hacen mucho mejor, por ejemplo, los compañeros del Colectivo Baltasar Gracián en su artículo “¿A qué viene ahora una nueva ley de reforma educativa?”, donde analizan la naturaleza reaccionaria de dicha reforma, como no podía ser de otra forma proviniendo del partido que la impulsa.
La evidencia de que este gobierno no es un gobierno soberano, sino un mero delegado de la troika, que nos dirige como si fuésemos (lo somos) un mero protectorado del capital financiero alemán y estadounidense, es el hecho de que sólo recula ante la presión popular en leyes que no emanan directamente de Bruselas, sino que son propias de nuestra derecha autóctona, con todo su carácter retrógrado, como la LOMCE o la ley del aborto de Gallardón. Ambas se están retrasando una y otra vez en su aplicación ante el hecho evidente de que no servirían más que para echar más gasolina al fuego de una calle cada vez más en llamas gracias a la presión de los diferentes movimientos sociales en lucha, y cuyo contenido es puramente ideológico. En lo que toca a la reforma de la ley del aborto, es claro y palmario que su único objetivo es satisfacer a los sectores más oscuros de este país. En cuanto a la LOMCE, en el hecho de que para destruir la educación pública no hacía falta elaborar una nueva ley orgánica, pues hasta ahora con la actual, aprobada por el PSOE en 2005, era más que suficiente.
Que el gobierno haya reculado, de momento, es una buena noticia, la primera en mucho tiempo, y lo más parecido a una victoria que cualquier movimiento de resistencia contra los brutales ataques a nuestros derechos haya tenido en los últimos tiempos en nuestro país. Es necesario, por tanto, apoyarse en ella para continuar el combate, porque el gobierno no se va a echar atrás por mucho tiempo y las agresiones contra lo público van a continuar.
Los profesores fuimos los primeros en enfrentarnos a las políticas destructoras del Partido Popular. En cuanto salió el decreto del 4 de julio que daba un sablazo a las plantillas, y después, en Castilla-La Mancha, tras la orden del 31 de agosto que hacía lo propio, tuvimos la voluntad y la capacidad de organizarnos centro por centro y combatir. La situación política, sin embargo, nos fue lo más adversa posible. El PP triunfaba en dos elecciones consecutivas, y la oposición política estaba muy debilitada. Estábamos casi solos. Ahora esa situación ha cambiado: el gobierno está acorralado por la calle y totalmente desacreditado por sus políticas y por la corrupción. Si algo le mantiene aún en el poder es la falta de credibilidad de un PSOE absolutamente hundido en la miseria moral e intelectual, y la inacción de unos sindicatos mayoritarios cuyas cúpulas viven en la inopia.
Hay que luchar, ahora más que nunca, y hay que buscar unificar las luchas frente a los que nos pretenden dividir.
- En primer lugar, los burócratas sindicales. Es increíble que no hayan convocado una maldita movilización o una miserable huelga en todo el año hasta que el curso está a punto de acabar y, con las vacaciones a la vuelta de la esquina, es más difícil darle una continuidad. Cuando hablo de los burócratas me refiero, sobre todo, a las cúpulas de los sindicatos UGT y CCOO, no a sus afiliados (el que escribe estas líneas lo está a Comisiones Obreras). Cuando las movilizaciones alcanzaron su apogeo, el principal empeño de estos burócratas fue acabar con el movimiento a fuerza de marear la perdiz con el objetivo último de domesticarlo para así retomar el “diálogo social” con una consejería que no hacía otra cosa que reírse de ellos. Ahora hacen todo lo posible por no unificar todos los fuegos que le brotan al gobierno en un solo frente haciendo el juego de la división. Así, de pronto se sacan de la chistera para fin de curso una estúpida huelga sólo de interinos cuyo objetivo será agotarlos llevándolos a un callejón sin salida.
- Por otra parte están las actitudes sectarias. El rechazo a los burócratas sindicales es absolutamente comprensible y mayoritario entre los docentes, pero hay que establecer una diferencia entre los burócratas, que tienen nombre y apellido, y los afiliados, muchos de los cuales hemos participado activa y honestamente en la red de asambleas. Confundirlos lleva al sectarismo, a pretender hacer la guerra por su cuenta sin contar con los demás. Así ocurrió, por ejemplo, con la huelga indefinida convocada por la CGT de manera suicida el 17 de septiembre del año pasado. Su fracaso era la crónica de una muerte anunciada, porque tampoco ellos fueron capaces de pulsar el ánimo de los docentes, principalmente porque tampoco lo intentaron. Sencillamente dieron un salto al vacío y se estrellaron, y con ellos el montón de docentes que secundaron su huelga de manera honrada, pero inocente. Lo que ha seguido después ha sido una larga hibernación de los profesores, que el pasado día 9 pareció tocó a su fin.
Que sea así depende de nosotros. Es necesario que volvamos a revitalizar las asambleas de los centros, de los pueblos y de las zonas. Pero esta vez es fundamental llamar a la democracia interna, y eso pasa por la creación de comités mixtos formados por docentes y sindicatos que respeten el mandato de las asambleas. Para ello la participación tiene que ser nuevamente masiva. Es preciso recuperar el entusiasmo. La situación nos es mucho más favorable ahora.
PS: el gobierno griego acaba de emitir un decreto según el cual podrá enviar a la cárcel a los docentes que secunden la huelga convocada para el próximo 17 de mayo. En Grecia se muestra de forma más clara y más precisa que en ningún otro lugar de Europa que la imposición de las medidas de la troika pasa necesariamente por la aplicación de medidas dictatoriales explícitas, ante el rechazo masivo de la población. El fascismo no son sólo las hordas salvajes de Amanecer Dorado, sino también, y cada vez más, la solución frente a la oposición constante de la calle más tenida en cuenta por un gobierno de coalición en el que, además de la derecha de toda la vida, cada vez más radicalizada, participan dos partidos “socialdemócratas”. Tomemos nota y obremos en consecuencia o más nos valdrá que vayamos poniendo nuestras barbas a remojar.

martes, 23 de abril de 2013

Pequeña contribución al día del libro


Epicuro de Samos

Cada vez siento más ajenos
a los hombres, sus disputas,
sus miedos vanos, su sumisión
mezquina a unos dioses que,
en su feliz autosuficiencia,
nos ignoran. Ya he perdido
toda esperanza de enseñarles,
gracias a la sabiduría,
el camino a la felicidad.
La practicaré yo, entonces,
alejado de los tumultos,
contentándome con lo justo,
un pequeño trozo de queso,
la contemplación de los astros,
el cultivo de la amistad.

jueves, 18 de abril de 2013

Venezuela o Chile

Mañana para los jóvenes los poetas explotando como bombas,
los paseos por el lago, las semanas de perfecta comunión;
Mañana las carreras de bicicletas
por los suburbios las tardes de verano. Pero hoy la lucha.”
W. H. Auden, “Spain” (1937)


Nicolás Maduro, el candidato socialista, ha ganado las elecciones presidenciales de Venezuela. Según los numerosos observadores internacionales desplegados en el país sudamericano, entre los que se encontraba una delegación española formada por miembros de los partidos PP, PSOE, IU, CiU y PNV, así como el embajador de nuestro país en Venezuela y el ex-presidente del Congreso de los Diputados José Bono, el resultado electoral ha sido fiable. Lo asegura también, por ejemplo, la Fundación Jimmy Carter, que ha estado presente en más de un proceso electoral venezolano, y siempre ha expresado su conformidad con los cauces en que las diversas elecciones y referendos han tenido lugar en ese país.
Cabe decir, entonces, que desde una perspectiva procedimental, Nicolás Maduro es legítimamente el presidente de Venezuela. Y dado que apenas han transcurrido un par de días desde su elección, no cabe apelar aún a ninguna otra perspectiva.
Su victoria, sin embargo, ha sido ajustadísima: apenas trescientos mil votos y algo más de un punto porcentual le separan del candidato opositor, Henrique Capriles. Cabría hacer una análisis muy sosegado de por qué, en apenas seis meses, casi dos millones de votos se han trasvasado del socialismo a la oposición. Habría que hacer una severísima autocrítica en total libertad, e intentar plantear soluciones que atajen cuanto antes con los graves problemas que azotan a Venezuela: la delincuencia, la corrupción y las inminentes consecuencias de la crisis económica mundial, y comprender que mientras al menos las dos primeras existan, no es concebible un proyecto socialista creíble. Al menos mucha gente lo ha visto así. Sería necesario intentar recuperar a esos votantes que esta vez se han dejado encantar por los cantos de sirena de la derecha, mientras ésta mostraba su cara más amable. Sin embargo, y por desgracia, la serenidad del debate, absolutamente necesario, habrá de posponerse hasta mañana, porque hoy, hoy toca la lucha.
La oligarquía venezolana, apoyada por sus fuerzas de choque, ha sembrado el crimen y el horror desde el mismo minuto en que se conocieron los resultados. Ocho militantes socialistas han sido asesinados hasta el momento, se han incendiado centros de salud, locales del partido socialista, incluso con gente dentro, y se han cometido decenas de sabotajes y agresiones a simpatizantes del PSUV. La derecha venezolana ha mostrado cuál es su verdadero rostro: el rostro del fascismo, el rostro del caos y la destrucción. Los ataques han mostrado además el carácter profundamente clasista de la oligarquía: han apuntado a emblemas del poder popular, a los logros más evidentes del gobierno socialista en favor de las clases más desfavorecidas: centros de salud donde colaboran médicos cubanos, sedes del partido, emisoras de radio populares... y han demostrado hasta qué punto tienen consciencia tanto unos como los otros de que lo que se libra en Venezuela no es otra cosa que la lucha de clases en su nivel más descarnado. En sólo dos días han demostrado su verdadero proyecto político, más allá de los hermosos eslóganes de la campaña electoral, y no es otro que el de Pinochet en Chile en 1973: la aniquilación completa del movimiento obrero y popular.
No cabe más que pensar que, tal como advertía el propio Nicolás Maduro días antes de las elecciones, todo forma parte de un plan preconcebido desde tiempo atrás. No reconocer el resultado de las elecciones no ha sido más que el primer paso. La constitución venezolana reconoce cauces democráticos para la impugnación de los resultados. Sin embargo, el opositor Capriles (quien, por cierto, participó activamente en el intento de golpe de Estado de 2002 contra Chávez), no ha hecho uso de ellos hasta casi cuatro días después y, según parece, sus supuestas pruebas no son más que agua de borrajas. Por otro lado, se realizó una auditoría sobre el 56 % de los votos sin que se detectase ni una sola anomalía. Tampoco los observadores internacionales protestaron. Pero los derechistas venezolanos no están solos en su intento de desestabilizar el país y tomar el poder por la fuerza. Cuentan, cómo no, con la inestimable ayuda del amigo americano, que se niega a reconocer los resultados. Cómo no, también, con los burócratas de la Unión Europea, empeñados en aniquilar los derechos sociales y laborales tanto dentro de sus fronteras como fuera de ellas. Y también, cómo no, con el apoyo de la prensa nacional y extranjera, siempre dispuesta a tergiversar, manipular y ocultar datos, cuando no directamente a mentir y falsear descaradamente la verdad. Desde al menos el intento de golpe de Estado de 2002, ampliamente celebrado por nuestra prensa patria, sabemos que ésta no es ya sólo mercenaria o servil, sino cómplice cuando no directamente criminal. Y luego están también los tontos útiles, entre los que destacan el Gran Wyoming y su programa El Intermedio, cuya manipulación consiste en contar las cosas a medias. Son esa izquierda divina que prefiere a mil Allendes muertos antes que a un solo Maduro vivo. Cuanto más evidentes se muestran los bloques en conflicto, más se enrocan ellos en un equidistante término medio cada vez más inexistente, salvo en sus ensoñaciones y sus engaños. Su referente político sigue siendo el PSOE, fíjense. Con la que está cayendo, y con el ejemplo de los socialdemócratas griegos o el de los venezolanos.
Pero ya no hay término medio. La oligarquía económica va a por todas, en Atenas, en Caracas o en Madrid. En Grecia es Syriza o el fascismo, directamente a través de las hordas negras de Amanecer Dorado, que no paran de ganar adeptos, o bien con el ropaje de un gobierno cada vez más inclinado a la derecha. En Caracas, la disyuntiva es entre Venezuela o Chile. Socialismo o barbarie. Parece ser que en los barrios populares las autodefensas ya se han empezado a organizar. Parecen tener fresca la memoria y aún recuerdan las jornadas de abril de 2002. Como entonces, esperan rechazar el golpismo por medio de una alianza entre el poder popular y los sectores leales de las fuerzas armadas, que parecen ser mayoritarios. Esperemos que sea así.
Los hay que aún creemos en el socialismo, no como un mero cambio en el modelo económico, sino como un proyecto emancipador, capaz de explotar lo mejor de cada ser humano en paz y en libertad. Confiamos en un socialismo distinto al estalinista. En Venezuela, ese socialismo aún está muy verde, a pesar de los años en el gobierno. Sin embargo, sólo profundizando en el socialismo podrá derrotarse definitivamente el fascismo en Venezuela. El aparente repliegue de Capriles parece más bien un paso táctico; el enemigo permanece al acecho. Ya lo saben bien los venezolanos; muchos se habrán arrepentido y mucho de haber cambiado su voto. Como ya sabrán los socialistas venezolanos, es necesario recuperarlos para el campo popular, y como ya sabrán también, es necesario no ceder ni un ápice, rechazar cualquier alianza con la oligarquía y ahondar en las medidas socialistas.  Tal vez éste sea un buen momento para hacerlo.

lunes, 15 de abril de 2013

Ding, dong, the witch is dead


 La bruja ha muerto. La lloran los especuladores en la City, los explotadores del trabajo ajeno del mundo entero, los oligarcas del Este y los políticos liberales de todas partes, entre ellos los nuestros, que cierran escuelas y hospitales mientras abren casinos. La lloraría también, si no fuese porque lleva más de seis años pudriéndose en el infierno, su gran amigo y admirado Augusto Pinochet, ese gran liberal que introdujo el libre mercado en su país al tiempo que introducía a sus compatriotas en campos de concentración a lo largo de la estrecha geografía de su país, y esparcía cadáveres de demócratas desde la Tierra de Fuego hasta el desierto de Atacama mientras el capital internacional se repartía las riquezas de su patria.
La bruja ha muerto. Lo han celebrado de forma espontánea, de Glasgow a Madrid, trabajadores, sindicalistas, estudiantes y todos aquéllos que gozan aún de buena memoria o simplemente saben reconocer que dos más dos son igual a cuatro, y que políticas de desregulación de los mercados más privatizaciones son igual a crisis perpetuas y pobreza generalizada. Otros, incluidas muchas de las víctimas de sus políticas económicas y políticas, asisten sumisamente indiferentes al espectáculo tras más de treinta años sufriendo sobre sus espaldas tantos recortes, bajadas de sueldo, paro masivo y desindustrialización. Y estamos también los escépticos, los que entendemos la alegría de las víctimas, pero pensamos que, hoy por hoy, realmente no hay nada que celebrar, pues aunque la bruja ha muerto, sus hechizos continúan.
Freedom fighter” la denominaba esta semana en su portada The Economist, vocero de la oligarquía económica internacional. Luchadora por la libertad. Luchadora, sin duda, por su libertad: la de los especuladores financieros, para poder desplazarse libremente por todo el orbe destrozando economías de países enteros y llevando a millones de trabajadores al paro y a la precariedad laboral, cuando no directamente a la miseria y al desamparo más absoluto. Otro luchador por la libertad para estos liberales de nuevo cuño fue Pinochet, ese gran demócrata que ya he mencionado arriba, quien se vio obligado, el pobre, a sumir a su pueblo en el terror porque se empeñaba, como decía Nixon, en votar a quien no debía. Perdonen que insista en el término utilizado por The Economist, pero no me parece baladí. Freedom fighters era la denominación empleada en los años 80 por la administración Reagan, alter ego de Thatcher al otro lado del Atlántico, para referirse a los talibanes afganos mientras los armaba hasta los dientes, así como a los terroristas de la Contra nicaragüense, a los escuadrones de la muerte salvadoreños y a la junta militar guatemalteca. Todos estos campeones de los derechos humanos le hicieron un gran favor a la causa liberal eliminando, literalmente, a la izquierda en sus respectivos países y llevando, como todos sabemos, la paz, la libertad y la opulencia a sus pueblos. Que se lo pregunten, por ejemplo, a las mujeres afganas, que si no practican el top-less en su país es porque no tiene playas.
También nadan en la riqueza, tengo entendido, los ciudadanos de los países del Este. Por lo menos los oligarcas mafiosos que fueron más rápidos que sus colegas del Oeste en hacerse con los recursos de sus Estados tras las privatizaciones, los traficantes de drogas, armas, órganos o mujeres y los cuatro o cinco, de los millones de que han tenido que abandonar sus países por la falta de trabajo, que hayan hecho fortuna fuera de ellos. La gran misión histórica de la santísima trinidad liberal, Thatcher, Reagan y Juan Pablo II, fue acabar con el comunismo. Dentro de sus fronteras, liquidando a los sindicatos. Fuera de ellas, con el apoyo de todas las dictaduras militares latinoamericanas sin excepción, así como de grupos paramilitares y escuadrones de la muerte varios, y de los talibanes afganos. Y en los países de la órbita soviética, con el de disidentes políticos que, una vez tomaron el poder, desguazaron sus naciones poniéndolas en venta al mejor postor. La santísima trinidad liberal, ayudada de los Walesa, Havel, Gorbachov o Yeltsin, liberó a los pueblos del Este del comunismo para ponerlos rumbo al tercer mundo. ¿Sorprenderá a alguien todavía saber que, mientras Mijail Gorbachov recibía el premio Nobel de la Paz (ese gran galardón que cada año cobra más prestigio, y que ya lo dan hasta de manera preventiva, como a Obama), era cada vez más repudiado en su país, o que Lech Walesa, que se dedica a dar charlas por el mundo a precio de oro, recibió menos del 1% de los votos la tercera vez que se presentó a las elecciones en el suyo, en 2000?
En todo caso, se trataba de la libertad. Y, como aseguraba en los 80 John Gray, ideólogo de cabecera de la señora Thatcher, hasta el más pobre de los mendigos de Londres era más libre que cualquier funcionario del Estado soviético, aunque éste tuviese asegurado de por vida un techo bajo el cual dormir, un trabajo, el derecho a que le fuese tratada de manera gratuita cualquier enfermedad, una educación igualmente gratuita hasta la universidad, vacaciones pagadas y una pensión de jubilación. Ésa es la concepción de la libertad de estos ultraliberales (entre los que ya no se encuentra, es justo decirlo, el propio John Gray, que hace años renegó de su credo), y desde luego que se esfuerzan en aplicarla. Sin casa, sin trabajo, sin sanidad, sin escuela, sin pensiones, sin vacaciones, pero eso sí, somos libres. Y si no somos ricos es porque no queremos, o peor, porque no podemos. Otro dogma de la Thatcher: su darwinismo social (o más bien, antisocial) exacerbado, llevado al límite del empirismo radical, tan British, de negar la existencia de la sociedad más allá de la mera suma de sus componentes humanos, cuya principal obligación sería extender su libertad y su riqueza cuanto pudiesen, en constante pugna con los demás. En esta utopía liberal no cabrían la solidaridad, ni el amparo social de los más necesitados, pues al fin y al cabo ellos se lo habrían buscado por incapaces, y toda restricción a la voracidad por parte del Estado sería vista como una coartación injustificable propia de regímenes totalitarios.
Hay que decir, por si alguno no se había dado cuenta todavía, que la utopía ultraliberal se tornó pesadilla para la mayoría de la población, como no podía ser de otra manera. Y es que basta con leer a otro gran autor inglés, Thomas Hobbes, para comprender por qué el libre mercado no puede más que desembocar en el caos.
Y en ese caos seguimos, veintitrés años después de que los tories británicos decidieran hacer el harakiri a la Dama de Hierro para que sus políticas pudieran seguir adelante sin ella. Muerto el perro, continuó la rabia.
Por eso no brindaré con champán.
Lo he guardado para la victoria de Nicolás Maduro.

sábado, 13 de abril de 2013

Hay que ser muy gilipollas


 Hay que ser muy gilipollas para comparar a los activistas que realizan escraches con los nazis.
Hay que ser muy poco original, también.
Hay que ser tremendamente cretino para comparar un escrache con la kale borroka.
Hay que carecer del más mínimo escrúpulo moral para comparar víctima con victimario sin que te tiemble al menos la voz.
Hay que ser profundamente tonto para creérselo.
Hay que ser muy olvidadizo para no recordar de dónde proviene el partido que nos gobierna, ni el Rey que chupa de nuestros bolsillos, ni el régimen en su conjunto.
Hay que ser muy mercenario para rasgarse las vestiduras en artículos de opinión o tertulias televisivas ante el falso acoso a los políticos mientras se es indiferente ante el hecho de que cientos de personas son expulsadas brutalmente a diario de sus casas.
Hay que ser muy cínico para ponerse hiperdemocrático cuando es la gente normal y corriente quien presiona a los políticos para que les escuchen y mientras hacer mutis por el foro cuando es la oligarquía económica quien lo hace.
Hay que ser muy sumiso y muy lameculos para recordar, tertulia tras tertulia, el sufrimiento de los hijos de los políticos, quizás al conocer que el pueblo odia a sus padres, y sin embargo no tener siquiera en cuenta el de los hijos de los desahuciados, desahuciados ellos mismos también, que tal vez tengan que dormir en la calle tras haber sido arrastrados por la policía de sus casas.
Hay que ser muy mezquino y muy odioso para no ver mal que la gente pierda sus casas a manos de los bancos mientras no sea uno mismo quien se quede en la calle.
Hay que ser un poquito vegetal (una coliflor, un nabo) para que te resulte indiferente.
Hay que ser muy borrego para no hacer nada si al menos no lo ves bien.
Pero sobre todo hay que ser muy, pero que muy hijo de puta para elaborar y aprobar, una tras otra y sin pestañear, leyes que condenan premeditadamente a millones de personas a la miseria, que establecen la servidumbre como condición para poder tener un puesto de trabajo y extienden el miedo y la desesperación entre la mayoría de la población.

En fin, un trabajo

La revista literaria digital "El Globo Sonda" me publicó hace un mes el relato "En fin, un trabajo".
Subo ahora la noticia al blog porque el bueno de Carlos Lapeña, su tenaz director, no me avisó de ello hasta el jueves pasado, cuando coincidimos en la presentación del libro "Memoria de la Filosofía" de Augusto Klappenbach, cuya lectura recomiendo, y cuya edición, cuidada y hermosa, como no podía ser de otra manera, ha sido obra de mi amiga y editora Susana Noeda, creadora, además de la editorial Adeshoras, del sello Editorial Anexo, dedicado a las Humanidades.
La idea del relato recién publicado me surgió en el verano de 2001, cuando trabajaba en una empresa de similares características a la que aparece en él. Sin embargo, no fue hasta el mes de junio de 2006, en la turbia y extraña época de mis segundas oposiciones, que me decidí a escribirlo, y desde entonces lo tuve guardado en un cajón hasta que finalmente se lo ofrecí hace tres meses a Carlos Lapeña para que me lo publicase si lo veía oportuno, lo cual al final ha parecido ser que sí.
Me gustaría añadir un par de apreciaciones mas:
- la primera, que, salvo en lo que a las características de la empresa se refiere, no tiene nada más de autobiográfico;
- la segunda, que si bien fue escrito en una época en la que el desempleo estaba por debajo del 10%, las condiciones laborales ya eran lo bastante precarias como para que, cuando finalmente me decidí a publicarlo, no me sintiese en la necesidad de modificar ni una coma, pues me parecía que su actualidad era aún mayor hoy en día.
Para poder acceder a él, pinchad aquí.
Espero que os guste.