sábado, 13 de abril de 2013

Hay que ser muy gilipollas


 Hay que ser muy gilipollas para comparar a los activistas que realizan escraches con los nazis.
Hay que ser muy poco original, también.
Hay que ser tremendamente cretino para comparar un escrache con la kale borroka.
Hay que carecer del más mínimo escrúpulo moral para comparar víctima con victimario sin que te tiemble al menos la voz.
Hay que ser profundamente tonto para creérselo.
Hay que ser muy olvidadizo para no recordar de dónde proviene el partido que nos gobierna, ni el Rey que chupa de nuestros bolsillos, ni el régimen en su conjunto.
Hay que ser muy mercenario para rasgarse las vestiduras en artículos de opinión o tertulias televisivas ante el falso acoso a los políticos mientras se es indiferente ante el hecho de que cientos de personas son expulsadas brutalmente a diario de sus casas.
Hay que ser muy cínico para ponerse hiperdemocrático cuando es la gente normal y corriente quien presiona a los políticos para que les escuchen y mientras hacer mutis por el foro cuando es la oligarquía económica quien lo hace.
Hay que ser muy sumiso y muy lameculos para recordar, tertulia tras tertulia, el sufrimiento de los hijos de los políticos, quizás al conocer que el pueblo odia a sus padres, y sin embargo no tener siquiera en cuenta el de los hijos de los desahuciados, desahuciados ellos mismos también, que tal vez tengan que dormir en la calle tras haber sido arrastrados por la policía de sus casas.
Hay que ser muy mezquino y muy odioso para no ver mal que la gente pierda sus casas a manos de los bancos mientras no sea uno mismo quien se quede en la calle.
Hay que ser un poquito vegetal (una coliflor, un nabo) para que te resulte indiferente.
Hay que ser muy borrego para no hacer nada si al menos no lo ves bien.
Pero sobre todo hay que ser muy, pero que muy hijo de puta para elaborar y aprobar, una tras otra y sin pestañear, leyes que condenan premeditadamente a millones de personas a la miseria, que establecen la servidumbre como condición para poder tener un puesto de trabajo y extienden el miedo y la desesperación entre la mayoría de la población.

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