Esta
mañana, antes de entrar en clase, un compañero ha dado con la clave
de todo el embrollo en el que los medios de persuasión (como
acertadamente los denomina Vicenç Navarro) llevan metiéndonos a los
europeos en general, y a los españoles en especial, acerca de la
revolución bolivariana: “un gobierno que es mal visto por los de
fuera, pero bien visto por los de dentro, no puede ser malo”, ha
afirmado, y lo ha contrapuesto con el nuestro, “que es bien visto
por Europa, pero mal visto por nosotros”. Sorprende lo sencilla que
puede ser a veces la verdad y, dado que es así, la derecha, en
general, y sus cómplices, así como tontos útiles y meapilas
“progres” varios, se han empeñado de mil maneras, hasta llegar
al más puro barroquismo, en intentar ocultárnosla con una
obstinación supina.
Sin
embargo, si por un momento nos volviésemos un poquito modestos (si
es que la depresión económica no nos ha bajado aún lo bastante los
humos) podríamos advertir fácilmente que, mientras el viejo
continente se hunde en el abismo, América Latina se torna
efervescente y viva.
Hugo
Chávez ha sido criticado por todo, y por casi todos. Que lo haga la
derecha es normal: esta derecha cada vez más cavernícola que
sufrimos. Que lo haga la supuesta izquierda, sin embargo, resulta
repugnante. Conviene recordar al Gran Wyoming, por ejemplo, ya que
tanto le gusta repetirlo, que cuando Chávez intentó su golpe de
Estado lo hizo contra un gobierno que, tres años antes, tras el
Caracazo, había ordenado asesinar a miles de venezolanos que
protestaban contra un aumento de las tarifas del transporte. El
principal responsable de esa matanza, por cierto, es amigo personal
de Felipe González, y su partido fue miembro de la Internacional
Socialista, ese nido de víboras del que formaron parte también
hasta su derrocamiento demócratas de toda la vida como Ben Alí y
Mubarak, y cuya presidencia ostenta actualmente otro fenómeno, el
griego Papandreu.
Si uno
se molesta en informarse más allá de la prensa española, podrá
advertir que en Venezuela ha habido 17 procesos electorales desde que
Chávez llegó al poder, entre referendos, presidenciales,
legislativas y municipales. De todos ellos, Chávez perdió el
referéndum de diciembre de 2007, y en vez de sacar los tanques a la
calle, aceptó la derrota. Quien sí sacó los tanques a la calle,
por cierto, fue la oposición, en abril de 2002, y en el breve
reinado del golpista Pedro Carmona, presidente de la patronal, fue el
único tiempo en que los derechos de los venezolanos fueron
suspendidos. Aquí es, entonces, cuando alguno afirmará, como se ha
hecho tantas veces, que “Hitler también llegó al poder por las
urnas”. Ahora bien, si reducimos este argumento al absurdo,
cualquiera que haya llegado al poder por medio de un sufragio
universal podría ser de inmediato comparado con el tirano alemán,
así que como argumento vale poco, aunque a los débiles mentales les
sirva.
Algunos
meapilas se quejaban de Chávez porque era ridículo y llevaban
chándales absurdos, o por sus salidas de tono. A lo mejor
prefieren a Obama, porque es guapo y habla bien, aunque su país esté
al borde de la quiebra, y ahora, en vez de encarcelar a presuntos
terroristas en el campo de concentración de Guantánamo, los elimine
directamente con los drones, así como a centenares de inocentes,
entre ellos niños.
Se
quejaban también de su programa, “Aló presidente”, y lo
consideraban “populista”. Eso en un país como el nuestro, en el
que los políticos no salen ni a tiros a dar explicaciones a los
ciudadanos de las barrabasadas a que nos someten, y mucho menos en
directo ante millones de espectadores. Para los meapilas, dirigirse a
su pueblo por televisión semanalmente en directo es “populista”.
Para mí, es simple y llanamente transparencia.
Hay
que decir que la pobreza ha descendido más de un 20% durante su
mandato, y la pobreza extrema ha caído del 25% al 7%. El índice de
desempleo en Venezuela es actualmente del 5,9%, es decir, inferior al
de casi cualquier país de la Unión Europea, y casi 21 puntos menor
al de nuestro país.
Y sin
embargo, para la derecha y los medios de comunicación fue un
“dictador”. Arguyen una supuesta persecución a la prensa, y sin
embargo, en Venezuela más de tres cuartas partes de los medios son
contrarios al gobierno. También un cierre del canal RCTV que no fue
real, pues la cadena, que participó activamente en el golpe de
Estado contra Chávez, siguió emitiendo libremente a través de
internet. Dicen también que, con él, la sociedad ha estado
polarizada, y a este respecto hay que comentar varias cosas:
- la
primera, que, por definición, todas las sociedades históricas lo
están. Existen en ellas dominantes y dominados, explotadores y
explotados;
- es
curioso que la derecha y los medios de comunicación sólo hablen de
“polarización” cuando gobierna la izquierda (la de verdad).
Habría que preguntarse si tal “polarización” no se debe en
Venezuela a la hostilidad de la vieja oligarquía, que es incapaz de
reconocer el resultado de las urnas una y otra vez, y se resiste a
perder sus infames privilegios. Para ellos no habrá polarización
más que cuando los pobres y la clase trabajadora se sometan y
agachen la cabeza. Mientras éstos pretendan reivindicar su dignidad,
para los medios de persuasión habrá “polarización”.
Si no
fuésemos tan cínicos, ni estuviese tan agotada nuestra sociedad,
podríamos advertir con envidia que lo que pasa en Venezuela no es
que los venezolanos estén engañados por su gobierno, o los hayan
manipulado. Lo que ocurre allí es que la política ha tomado el
lugar de la economía para domesticarla a favor de la mayoría de la
población. Allí existen gobernantes que, con sus defectos, trabajan
por el bien del pueblo, y el pueblo se lo agradece. Aquí tenemos
parlamentos que funcionan como consejos de administración de los
bancos y las grandes empresas. Cuando los venezolanos lloran y se
echan a la calle para despedir con orgullo al que ha sido su
principal representante durante los últimos 14 años porque ellos
así lo han decidido libremente, los miramos como si fueran
marcianos. Sin embargo, los marcianos somos nosotros. Nosotros, que
sólo sentimos el fervor patrio cuando nuestra selección nacional
gana algún campeonato de fútbol, que cada vez estamos más
embrutecidos y más pobres y más perdidos, que asistimos impotentes
al hundimiento de nuestro continente mientras ellos crecen.
Chávez
ha muerto, y como muchos ya han afirmado, nace la leyenda. ¿Se
acordará alguien de Zapatero, Rajoy, Hollande, Merkel, Berlusconi,
Monti, Papandreu, Passos Coelho, etc. cuando les llegue su hora?
No
hace falta que respondan; era una pregunta retórica.
Sólo hay que ver como lo llora su gente, como han salido a la calle en masa en sus últimos momentos y a homenajearle una vez fallecido. Siempre va a haber parte de la población venezolana que esté contra el chavismo, los ricachones, empresarios o clases pudientes que sienten que han perdido parte de su fortuna para que los más pobres dejen de serlo tanto. Pero en todas partes hay inconscientes,sólo hay que ver el actual gobierno de España, con diarios escándalos de corrupción, 6 millones de parados, gente preparada con título universitario e idiomas sin trabajo, gente suicidándose por no poder pagar su casa... Y ellos mientras tanto riéndose de todos nosotros y haciéndonos la peineta. Este es el gobierno ejemplar y bien visto desde Europa. Ojala viniera un Chávez a acabar con toda esta panda de ladrones, a darnos esperanza. Seguramente el precio del abono de transporte volvería a bajar...
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