El
jueves pasado, 9 de mayo, tuvo lugar en nuestro país una nueva
jornada de huelga a nivel estatal, a la que estaban convocados todos
los sectores de la enseñanza, desde infantil a universidad.
Convocaban los sindicatos de clase, CCOO, UGT, STE y CGT, además de
la CEAPA y el Sindicato de Estudiantes. No la secundaron, como era de
esperar, los sindicatos del PP, CSIF y ANPE, cuya posición servil
ante este gobierno destructor de derechos, si bien no debería
sorprender a nadie, tampoco puede dejar de resultar repugnante. Todo
sea por salir en la foto con Cospedal, Marín y compañía, o por
obtener algún carguito o cualquier otra prebenda. En la naturaleza
de todo sindicato amarillo está obedecer al amo para que éste te
recompense luego con un hueso que roer o una caricia por el lomo.
Es
necesario recalcar, frente al búnker mediático intoxicador de la
derecha, que la huelga ha sido un éxito. Las manifestaciones de por
la tarde volvieron a ser masivas. En Madrid, donde tuvo lugar la
movilización más poblada, la marea verde volvió a teñir las
calles del color de la esperanza. Parecían completamente derrotados,
o dormidos, los docentes de esta comunidad, y sin embargo
respondieron de manera masiva a la llamada, aunque ésta
se haya realizado tarde y mal. Volveremos a ello más adelante.
No
hablaré en este artículo sobre la ley que ha motivado la huelga, la
LOMCE. Lo hacen mucho mejor, por ejemplo, los compañeros del
Colectivo Baltasar Gracián en su artículo
“¿A qué viene ahora una nueva ley de reforma educativa?”,
donde analizan la naturaleza reaccionaria de dicha reforma,
como no podía ser de otra forma proviniendo
del partido que la impulsa.
La
evidencia de que este gobierno no es un gobierno soberano, sino un
mero delegado de la troika,
que nos dirige como si fuésemos (lo somos) un mero protectorado del
capital financiero alemán y estadounidense, es el hecho de que sólo
recula ante la presión popular en leyes que no emanan
directamente de Bruselas, sino que son propias de nuestra derecha
autóctona, con todo su carácter retrógrado,
como la LOMCE o la ley del aborto de Gallardón. Ambas se están
retrasando una
y otra vez
en su aplicación ante el hecho evidente de que no servirían más
que para echar más gasolina al fuego de una calle cada vez más en
llamas gracias a la presión de los diferentes movimientos sociales
en lucha, y cuyo contenido es puramente ideológico. En lo que toca a
la reforma de la ley del aborto, es claro y palmario que su único
objetivo es satisfacer a los sectores más oscuros de este país. En
cuanto a la LOMCE, en el hecho de que para destruir la educación
pública no hacía falta elaborar una nueva ley orgánica, pues hasta
ahora con la actual, aprobada por el PSOE en 2005, era más que
suficiente.
Que
el gobierno haya reculado, de momento, es una buena noticia, la
primera en mucho tiempo, y lo más parecido a una victoria que
cualquier movimiento de resistencia contra los brutales ataques a
nuestros derechos haya tenido en los últimos tiempos en
nuestro país.
Es necesario, por tanto, apoyarse en ella para continuar el combate,
porque el gobierno no se va a echar atrás por mucho tiempo y las
agresiones contra lo público van a continuar.
Los
profesores fuimos los primeros en enfrentarnos a las políticas
destructoras del Partido Popular. En cuanto salió el decreto del 4
de julio que daba un sablazo a las plantillas, y después, en
Castilla-La Mancha, tras la orden del 31 de agosto que hacía lo
propio, tuvimos la voluntad y la capacidad de organizarnos centro por
centro y combatir. La situación política, sin embargo, nos fue lo
más adversa posible. El PP triunfaba
en dos elecciones consecutivas, y la oposición política estaba muy
debilitada. Estábamos
casi solos. Ahora esa situación ha cambiado: el gobierno está
acorralado por la calle y totalmente desacreditado por sus políticas
y por la corrupción. Si algo le mantiene aún en el poder es la
falta de credibilidad de un PSOE absolutamente hundido en la miseria
moral e intelectual, y la inacción de unos sindicatos mayoritarios
cuyas cúpulas viven en la inopia.
Hay
que luchar, ahora más que nunca, y hay que buscar unificar las
luchas frente a los que nos pretenden dividir.
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En primer lugar, los burócratas sindicales. Es increíble que no
hayan convocado una maldita movilización o una miserable huelga en
todo el año hasta que el curso está a punto de acabar y, con las
vacaciones a la vuelta de la esquina, es más difícil darle una
continuidad. Cuando hablo de los burócratas me refiero, sobre todo,
a las cúpulas de los sindicatos UGT y CCOO, no a sus afiliados (el
que escribe estas líneas lo está a Comisiones Obreras). Cuando las
movilizaciones alcanzaron su apogeo, el principal empeño de estos
burócratas fue acabar con el movimiento a fuerza de marear la perdiz
con el objetivo último de domesticarlo para así retomar el “diálogo
social” con una consejería que no hacía otra cosa que reírse de
ellos. Ahora hacen todo lo posible por no unificar todos los fuegos
que le brotan al gobierno en un solo frente haciendo el juego de la
división. Así, de pronto se sacan de la chistera para fin de curso
una estúpida huelga sólo de interinos cuyo objetivo será agotarlos
llevándolos a un callejón sin salida.
-
Por otra parte están las actitudes sectarias. El rechazo a los
burócratas sindicales es absolutamente comprensible y mayoritario
entre los docentes, pero hay que establecer una diferencia entre los
burócratas, que tienen nombre y apellido, y los afiliados, muchos de
los cuales hemos participado activa y honestamente en la red de
asambleas. Confundirlos lleva al sectarismo, a pretender hacer la
guerra por su cuenta sin contar con los demás. Así ocurrió, por
ejemplo, con la huelga indefinida convocada por la CGT de manera
suicida el 17 de septiembre del año pasado. Su fracaso era la
crónica de una muerte anunciada, porque tampoco ellos fueron capaces
de pulsar el ánimo de los docentes, principalmente porque tampoco lo
intentaron. Sencillamente dieron un salto al vacío y se estrellaron,
y con ellos el montón de docentes que secundaron su huelga de manera
honrada, pero inocente. Lo que ha seguido después ha sido una larga
hibernación de los profesores, que el pasado día 9 pareció tocó a
su fin.
Que
sea así depende de nosotros. Es necesario que volvamos a revitalizar
las asambleas de los centros, de los pueblos y de las zonas. Pero
esta vez es fundamental llamar a la democracia interna, y eso pasa
por la creación de comités mixtos formados por docentes y
sindicatos que respeten el mandato de las asambleas. Para ello la
participación tiene que ser nuevamente masiva. Es preciso recuperar
el entusiasmo. La situación nos es mucho más favorable ahora.
PS:
el gobierno griego acaba de emitir un decreto según el cual
podrá enviar a la cárcel a los docentes que secunden la huelga convocada
para el próximo 17 de mayo. En Grecia se muestra de forma más clara
y más precisa que en ningún otro lugar de Europa que la imposición
de las medidas de la troika pasa necesariamente por la aplicación de
medidas dictatoriales explícitas, ante el rechazo masivo de la
población. El fascismo no son sólo las hordas salvajes de Amanecer
Dorado, sino también, y cada vez más, la solución frente a la
oposición constante de la calle más tenida en cuenta por un
gobierno de coalición en el que, además de la derecha de toda la
vida, cada vez más radicalizada, participan dos partidos
“socialdemócratas”. Tomemos nota y obremos en consecuencia o más
nos valdrá que vayamos poniendo nuestras barbas a remojar.